Hace muchos, muchos años, por allá de 1999, empecé a publicar breves diálogos donde sentía platicar con Dios, así, como cuando se conversa con un gran y sabio amigo. Fueron “diálogos privados” en un inicio, algo que escribía solo para mí, como si fuera mi diario. Lo que llegaba a escribirse ahí, no dejaba de sorprenderme porque en varios momentos, cuando tomaba la palabra “Dios” –o lo que yo identificara como tal– al leerlo terminando, me sobrecogía. Claramente, llegaba a sentir que eso no lo podría haber escrito yo. Es algo difícil de explicar, pero sentía algo especial, muy especial, cuando Él tomaba la palabra. En fin, cosas difíciles de platicar, por lo menos en aquel entonces.
Con el paso del tiempo, empecé a compartir estos breves escritos con algunos amigos íntimos. Todos me decían que “se sentía algo muy especial”. Claro, esencialmente cuando hablaba mi interlocutor.
Por alguna extraña razón, no pasó de ahí. Guardé esos diálogos y se fueron fundiendo en el olvido.
Pasaron algunos años más y retomé el desafiante hábito de escuchar muy en lo profundo de mi ser y volví a escribir algunos diálogos, reiniciando esta experiencia por allá del 2016. Fueron ocasionales y decidí publicarlos en otra plataforma que empecé a conocer por aquel entonces, “Medium”. Aun siendo pública esa plataforma, por alguna razón elegí mantener un poco privada esas publicaciones, es decir, no empujé que se leyeran compartiéndolas en mis redes sociales ni en mi boletín. Algo me decía que lo mantuviera así y que, si alguien necesitara recibir un mensaje al leer estos diálogos, de alguna manera llegarían a esas personas.
Siguió pasando el tiempo. Alrededor de estos días (otoño del 2024) en que me he vuelto a sentir muy cerca de Dios, quizá como nunca antes, independientemente de que en mis publicaciones comparto mucho al respecto, “algo” me dijo:
Abre una nueva sección en tus publicaciones de Substack” y dialoguemos ahí.
Empecé a sentir Quién me hablaba. Se me salió decir, casi de inmediato:
¿En serio? ¿Querrá la gente escucharnos aquí?
Ya te dije, pero…, si quieres puedes preguntarles.
Sé que si Él daba una orden, tenía que hacerlo, pero también he aprendido que Dios nos respeta tanto, respeta tanto el libre albedrío que nos dio, que todavía sentí que me decía que podía preguntarles a mis lectores. Por supuesto que me sentí un poco mal porque pareciera que pongo en duda Su orden, pero he aprendido a tener una relación así con Él.
Y no, no sé si estos diálogos sean fruto meramente de mi imaginación y creatividad como escritor o no, pero si así fuera, quizá hasta me siento con un poco de más confianza, aunque escribir esto aquí me hace sentir que le falto al respeto. Caray, ya irás sintiendo si es una u otra, pero aquí solo ando escribiendo una reflexión al respecto, sintiéndome en confianza con mis lectores.
Aprovechando que Substack me da la opción de un chat, ahí lo pregunté y varios de mis lectores más asiduos me dijeron un “¡Sí!”, muy contundente y entusiasta. Así pues, aquí estoy.
¿Ya ves?
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Ahora bien, al tratarse de algo tan personal, he decidido que esta sección sea exclusiva para mis lectores de pago, para que solo puedan leerlas quienes verdaderamente están interesados en este tipo de comunicación. Al fin, lo que un lector paga por leerme aquí es una cantidad meramente simbólica y, más que nada, para que sea un digno filtro de auténtico interés. Así que si tú ya estás suscrito, ¡enhorabuena! Ya tienes automáticamente acceso a mis publicaciones “Dialogando con Dios”. Si no, si algo sentiste en este comunicado, considera suscribirte. Te garantizo una experiencia especial, diferente.
La frecuencia con la que publicaré estos diálogos será la que suceda. Porque así es, estos diálogos suceden de repente, a cualquier hora y sin avisar. Y, gracias a Dios (aquí sonreí dado el tema), he desarrollado la habilidad y tengo la herramienta a la mano, en mi celular, para poder ponerme a escribir en ese instante y poderlo publicar. Confieso que al principio, por alguna extraña razón, me sentía extraño ya haciendo oficial este tipo de escritos aquí en mi Substack, pero al mismo tiempo, siento un raro entusiasmo. Siento alegría.
También te he de decir que, dado que muchos diálogos siento que tienen una enseñanza de vigencia permanente, varios de los que escribí en el pasado, empezaré a publicarlos aquí en mi Substack. Luego, los desapareceré de la otra plataforma para que todas mis publicaciones terminen concentradas aquí, en Substack.
Espero que disfrutes de esta experiencia tanto como a mí me encanta vivirla. Son momentos muy especiales. Momentos que ahora podré compartir con mis lectores más cercanos. Estoy seguro de que, en un futuro, nos podremos reunir en persona para comentar nuestras experiencias al respecto.
A estas alturas de mi vida, sé que Dios nos habla a todos. También sé que a muchos, en varios momentos de nuestras vidas, nos cuesta trabajo creer que sea Él y que esto sea posible. Yo, muy influenciado por un afamado autor que inició publicando abiertamente una experiencia así desde allá en 1996, sentí dentro mío algo como “¿Será que yo también podré tener una experiencia así?”, cuando escuché dentro de mí:
Tú y todos, tú y cualquiera que esté dispuesto a escucharme podrá también. Yo les hablo a todos.
Así que, pues… te lo quería platicar.
Espero que disfrutes y sientas la experiencia de estos “Diálogos con Dios”.
¡Emoción por existir!