Desde hace muchos años descubrí cómo algunas personas se comunican mejor por escrito que en persona, por decirlo suavemente. Esto lo empecé a detectar hace muchos, muchos años, cuando en aquel entonces era novedad el correo electrónico. Específicamente recuerdo muy bien a una lideresa que se comunicaba mucho mejor por escrito que en persona. En persona era muy callada, pero por mail, escribía pergaminos enteros. Esto me lo explicaba desde hace años de dos maneras:
Cuando escribes tienes mucho más tiempo para pensar y repensar y así editar lo que quieres comunicar hasta que lo sientas dramatizado a tu gusto. Hasta ese momento, envías el comunicado. Esto es casi imposible para la mayoría si lo hace en tiempo real, es decir, hablando en persona.
Eliminas el debate instantáneo, evitas la confrontación al momento y eliminas la dolorosa y debilitante experiencia de que alguien destruya con el poder de sus argumentos, el tuyo, en el instante. Evitas que se evidencie lo tonto o tonta que eres argumentando, lo absurdo que pudo ser tu juicio.
Esas dos razones son suficientemente poderosas para preferir la comunicación por escrito, con el benéfico "delay" (demora) del envío del mensaje. Además, lo escrito siempre ha sido un tipo de "te mando decir", que decirlo de frente y en vivo. La demora en la comunicación escrita es valioso tiempo para pensar y repensar lo que se desea decir y para evitar la reacción inmediata. Eso te lo puede confirmar cualquier escritor. Los editores no tendrían trabajo si esto no fuera así. Y quizá desde ya, empieces a entender por qué los chavos de hoy prefieren comunicarse vía "Whatsapp" que una llamada telefónica. Es la comunicación preferida de hoy, de una generación que evade responsabilidad a toda costa.
En esta línea de pensamiento, esta también es una de las principales razones por las que se admira tanto a un conferenciante profesional de excelencia, porque parece que habla de una manera tan singular que uno termina admirando la claridad de su pensamiento y el enorme flujo de información que comunica, casi imparable, atractivo e interesante. Esto es lo que suelo enseñar en mi curso de oratoria de gran influencia. "Los trucos" para generar esa percepción en el público. Pero bueno, este no es el tema que nos concierne hoy en este artículo, solo me permití un chispazo conceptual relacionado.
El asunto de hoy me surgió luego de leer la opinión aleatoria de cuatro niños, casi adolescentes, cuando se les preguntó por qué prefieren comunicarse por medio de las redes sociales, un uso contundentemente cotidiano hoy en día. Para abrir contigo el marco conceptual, te comparto los testimonios:
M, varón, 13 años: "Hablo mucho más en línea que en la vida real, por la misma razón: juego en equipo".
T, mujer, 14 años: "Soy más yo cuando estoy en línea. En la escuela siento como si fuera vigilada por los maestros. No puedes hacer tantas cosas como las que puedo hacer en casa. Con mis amigos, ya sea que esté en videollamada o jugando ahí con ellos, siento que yo soy una mejor persona, hasta más divertida estando así con ellos".
N, varón, 14 años: "En línea siento más paz y más calma. No tienes que hablar con nadie en persona o hacer nada en persona. Solo estás sentado en tu cama o en el sillón, viendo y haciendo algo, pero ahí".
A, varón, 11 años: "Cuando estoy en línea, me puedo "mutear" (callar, como esconder) y ellos de verdad no pueden verme. No puedo silenciarme así en la vida real".
No sé tú, pero a mí me han impresionado mucho estos testimonios... por reales, por irrefutables... o quizá porque me hicieron sentir cierta semejanza. Me dolió. Como todo, lo que lo resuena en uno se trata de algo que nos reafirma, nos revela.
Pasan los años y parece que cierta tecnología nos aleja de nuestra humanidad. Ya no hablamos en persona, mejor "chateamos". La pandemia entrenó a millones a conocer la forma. La pandemia terminó y la costumbre de comunicación virtual se arraigó por haber manifestado sus enormes e innegables beneficios. Si a esto le aumentamos el más reciente avance de la tecnología que ya ha iniciado su penetración en la vida pública, el uso del "ChatGPT", la inteligencia artificial ya puede hablar por ti. Tú ya no necesitas esforzarte, prácticamente ya no necesitas pensar. Una condición distintivamente humana, nuestra comunicación en persona, está empezando a ser sustituida por un majestuoso manejo de códigos exentos de conciencia, responsabilidad y moral.
Poco a poco iremos atestiguando la ingente cantidad de personas que irán prefiriendo eliminar la otrora bella y distintiva condición humana de la conexión personal en vivo, la convivencia presencial real. Generación que ya está cayendo, poco a poco, en un pozo de narcisismo y distracción hedonista, seres insensibles al sentir ajeno, cuerpos cada vez más alejados de sus almas. Carencia de lo que yo podría llamar "Coeficiente Álmico" (neologísmo Arizesco). Una generación que prefiere que una máquina, como intermediario, se comunique en su lugar, para evitar la fatiga y el esfuerzo mental de un minuto de duración para pensar, escribir y hablar por sí mismos, prefiriendo aventar todo luego de un día de "intenso" desempeño impulsado por Adderall, recostarse "cansado", aislado en su cama, para excitarse viendo pornografía al alcance de su mano, en su celular, disfrutando del placer sin el pesado compromiso y lentitud de la conexión humana real, seguida de una interminable sesión de desplazamiento hacia abajo en sus redes sociales, viendo fotos de Instagram o revisando videos en YouTube de los cuales, tres días después no recordará nada; además de ser un contenido creado, desde su origen como "desechable", también ya se trata de un cerebro incapacitado para recordar dado que, llegada la hora de lo que correspondería al cansancio, también voltean a su buró para tomar sus tabletas de alprazolam y poder dormir, preparándose para darle vuelta a lo mismo al día siguiente. Cultura desechable, donde no se ofrece nada de valor, pero donde tampoco el consumidor lo demanda, mero entretenimiento evasivo de la realidad, donde lo único que cuenta es que alguien soporte los minutos de un video para que el creador cobre algo de dinero por ello. "Veme, pero lo más importante es que te suscribas y le des "like" a la campanita y te aguantes hasta el final del video para que me cuente en mi pago, yo te entretengo con el atractivo de lo desechable. No importa que no te aporte nada ni que me olvides. Ya al rato te hago otro video igual". Creador y consumidor sin interés por crear algo que valga la pena recordar por su verdadero sentido.
Dinámica básica de la vida actual: "No hay nada suficientemente significativo para hacerte feliz y que, si lo pierdes, no entristece". Una vida neutra, plana, gris. Personas que quieren evitar el dolor de perder algo significativo, pero que, así, pierden también la capacidad de emocionarse con gran felicidad por encontrarlo. Los humanos, como característica de pasar por esta Tierra, tenemos la divina oportunidad de emocionarnos por existir al encontrar algo que nos haga sentir una profunda realización personal. Uno de los precios que se pagan es la gran tristeza de perderlo, tan solo por haberlo encontrado, pero así es la vida. Una buena y completa vida. Cuántas personas, queriendo evitar el dolor, también se evitan el placer. Personas que desean una moneda de oro, de un solo lado. No querida, no querido, todas las monedas tienen dos lados. Si quieres la moneda, tendrás siempre los dos lados. Ya tu habilidad consistirá en el tiempo que decidas enfocarte a un solo lado, al positivo. Pero siempre hay dos lados. Cuando te atreves a vivir, con todo, vas por la moneda, con sus dos lados. ¡Vale la pena! Y... ¡Vale aún más el gozo!
Hablar sin intermediarios es una cara de la moneda, donde siempre existe un riesgo, el sutil de la convivencia humana. ¿Lo evades? Te puede ahorrar molestias, pero ahí mismo te puedes privar de una de las experiencias que podrían cambiar tu vida maravillosa y enormemente para bien. Recibir "sensación de convivencia" vía TikTok o Instagram alivia la humana necesidad de comunicar, pero socava la conciencia de la moral y altera la percepción del tiempo y de la realidad. Cuando lo entiendes, sale muy caro satisfacer la necesidad de comunicación en esas trampas adictivas de hoy. Las historias de Instagram, los "reels", rara vez amenazan con herir tus sentimientos. Y si alguno de ellos se atreviera incipientemente a hacerlo, de inmediato te desplazas al siguiente y al siguiente y al siguiente y en fracciones de segundo olvidas la confrontación y el dolor. Incluso, dado el caso, puedes hacer clic y borrar o dejar de seguir. Algo que difícilmente lograrás en una conversación en persona. Aunque no faltará quien haga el símil levantándose y yéndose, dejando al otro con la palabra en la boca, la versión antigua del actual "me dejó en visto". La evasión del hallazgo de la verdad siempre ha existido, solo que hoy es más fácil gracias al intermediario, las redes sociales. La inmadurez siempre ha existido, solo que hoy es más fácil vivirla.
Lo que no puede lastimarte, tampoco puede moverte hacia mejor; lo que no te puede herir, tampoco te puede inspirar ni desafiar, por eso tanta comunicación en redes sociales, es atractiva, y por cierto, más atractiva será mientras más neutral se manifieste. Se buscan seguidores, no adversarios. Toda comunicación atractiva evitará el debate. Así mismo, se evade el crecimiento. Y para colmo, muchos de los creadores de contenido neutral y atractivo, se emocionan por ver cómo se incrementan sus seguidores... "virtuales". No hay nada, pero todos se hacen creer que hay algo. Luego, la sensación de vacío hoy en día es muy entendible.
Los testimonios de los textos de los niños que cité arriba, los encontré referenciados de un artículo del "New York Times" que mostró el estudio de un grupo focal. Como te dije, se me hizo tremendo. Y me duele no por lo que estos niños están haciendo, sino por lo que se les ha orillado a hacer. Niños que abiertamente confiesan que prefieren su vida en línea que su vida real porque su vida en línea sirve de intermediario y distractor de lo que no les gusta de sus propias vidas, lo que no les gusta de ellos mismos y del mundo en el que viven. Cuántos avatares conoces con una imagen extraordinaria, la foto con un acercamiento de unos ojos hermosos, para que no se vea nada más, que no se vea una obesidad mórbida de la vida real. Las redes sociales son un intermediario para mostrar solo un lado de la moneda, el que más nos gusta de nosotros mismos, escondiendo el otro lado. Así, jamás nos mostramos integralmente, como persona completa. Buscando aceptación a través del intermediario, mostrando solo la parte que nos conviene para generar atractivo, así, evitamos la existencia, nada más y nada menos, que de nuestro "Yo". Y de paso esté decir que el verdadero amor sucede cuando alguien logra enamorarse de tu personalidad y de tu sombra, tu verdadero yo. Ahí, en la aceptación completa, se vive la dicha. Sí, hay riesgo, pero solo ahí es en donde se puede vivir el jolgorio y la emoción por existir conociendo a un verdadero otro, mostrando nuestro verdadero yo. Y no, no necesitas gustar a 5,000 "amigos" de Facebook. Basta uno. Solamente uno, pero real. Con eso, entramos al paraíso aquí en la Tierra. Si tan solo supieras que la llave para entrar a este paraíso no está en la cantidad de amigos o "likes", sino en la autenticidad y plenitud de uno solo.
La vida en línea es más pacífica y tranquila, porque usando ese intermediario, se te permite ser casi un vegetal. Estás a un clic de distancia de eliminar para siempre lo que te moleste en lo mínimo, así como silenciarte para solamente estar ahí, viendo, sin ser pleno, sin manifestarte como persona, sin el riesgo de sentir el dolor de saberse vivo y diferir, afirmando tu propio punto de vista. Y es que si estás vivo, sientes. Pero no quieres sentir. Así, no quieres vivir. Recuerda que no puedes sentir "solo lo bueno". Se siente o no. Lo bueno y lo malo. Es un paquete. La moneda con sus dos lados, ¿recuerdas?
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Seguro la respuesta podría dar para un extenso análisis multifactorial, pero viene a mi mente aquella trillada frase en donde los adultos dicen: "Qué mal está la juventud de hoy", a lo que de inmediato viene a mi mente: ¿Y quién educó a esa juventud, cuál es el origen de ese mal? Los adultos tenemos gran responsabilidad, pero como los niños, la evadimos con frases como aquella. Quizá se trate de enseñar a los niños a que la vida es oportunidad para sentir todo, lo bueno y lo malo, el placer y el dolor. Y por evitar este último, abrimos espacio y dimos poder al intermediario de hoy, las redes sociales. Hay que enseñar y entrenar a los niños ya la juventud de que "hay de todo" y que esa es parte de la belleza y perfección de la vida. La vida nos presentará las experiencias más hermosas, así como la mierda más detestable. Ambas hay que vivirlas, y se aprende a vivirlas y a continuar con lo que siga.
Recuerdo perfecto a un joven paciente al que le dije: "Una gran solución es que hables con tu papá de frente y le digas tal cual lo que me acabas de decir a mí ahora". Y me respondió: "¡Uy, no! Me mata. Quizá mejor le mande un mail". Ahí está, evitar el dolor que engendraría una sólida solución y auténtica liberación mediante el poder de la presencia, de todo su yo, a cambio del placer de "mejor mandarle decir" usando el intermediario de la tecnología, evitando la confrontación, la oportunidad de reafirmar contundentemente la existencia de su yo. Adultos que no entrenaron a joven a alzar la voz defendiendo su yo íntegro, adultos que prepararon una juventud a la que le duele el silencio, pero que no saben hablar en persona. De paso esté decir que entrené a este joven de tal manera que, ¡logró hablar, seguro de sí mismo y con maestría con su padre y en persona! Todo cambió al fin. Todo mejoró. Hizo la solución. Se atrevió a vivir con todo lo que implicara.
Sí, hay cosas que nos gustaría evitar, pero que precisamente por evitar, sostenemos el dolor y la zozobra. El intermediario debería de saberse utilizar mejor. Con más inteligencia. Lo usaríamos menos.
No quiero ponerme dramático aquí, no suele ser mi estilo, pero siento menester acotar que, luego de años de dar consulta, cómo un niño o joven que está aprendiendo a silenciarse en línea, aprendiendo lo fácil que es y las ventajas que le puede representar, pueda estar aprendiendo y preparándose a la vez, para silenciarse en la vida real.
Somos lo que somos y ya estamos aquí. Esto es lo que nos tocó vivir. Hay que aprender a vivir con lo que hay. El dolor de atreverse a ser, existe; pero no se trata de evitar el dolor, sino de aprender a superarlo y a entender su significado. Aprovecho y te digo un ArizaTip: La auto-aceptación es un gran superpoder.
No sé cómo te sientas leyendo esto aquí; yo te comparto que me siento maravillosamente bien de haber escrito aquí esto. Y no quiero terminar mi artículo sin afirmar: las redes sociales no son el enemigo. El intermediario no es el enemigo. Uno de los principios que rigen mi criterio es que el veneno está en la cantidad. Lo que nos hace falta es educarnos y entrenarnos para rescatar lo que nos corresponde a nosotros de propio, nuestra humanidad. El arte de ser humano es, sin duda, un arte que puede y debe aprenderse. Atreviéndonos a vivir con dicha y fortuna, así como con retos y desafíos. Experimentar luz y oscuridad como oportunidad de vivir un todo real. Si nos atrevemos así a ser, realmente, quizá nos estemos acercando día a día a vivir con mayor y más auténtica...
¡Emoción por existir!
–Alejandro Ariza Z.
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