– A veces me entra tristeza y frustración de que la gente no entiende el gran daño que se hace aún cuando le enseñas, por ejemplo, cómo ciertos alimentos favorecen enfermedad.
– Comprueba y acepta cómo nadie puede enseñarle nada a nadie. Tu tristeza y frustración vienen de esa ilusión. Lo único que es posible es que alguien quiera aprender. Y eso jamás dependerá de ti. La revelación de conocimiento no se da por grandes maestros, sino por la deseo de saber que las personas tienen. Ese deseo es tremendamente personal. Es la esencia del libre albedrío. Ni yo puedo enseñar a quien no desee saber.
– Pero entonces… ¿No sería injusto que la persona no lo deseé y así se pueda hacer daño a sí misma por ignorancia?
– No. El deseo va de acuerdo a la evolución de ese ser. Recibirá señales de invitación a evolucionar y de ahí surgirá el deseo. La evolución sigue siendo algo muy personal.
– ¿Entonces no puedo hacer nada?
– Sí. Dar ejemplo y tener misericordia para con quien no lo ve. Ambas cosas se pueden hacer en absoluto silencio.