Ir desapareciendo.
En cierto aspecto no hay diferencia entre un lugar físico y tú. Parece que fue ayer cuando platicaba con Adriana de la nostalgia y…
En cierto aspecto no hay diferencia entre un lugar físico y tú. Parece que fue ayer cuando platicaba con Adriana de la nostalgia y sentimiento que me entraba al recordar un restaurante al que tenía asociados muchos de los mejores momentos de nuestras vidas, “La casa de las empanadas” en la Condesa. Durante años, después de ver nuestra serie preferida que tanto tocó nuestras vidas, íbamos a cenar ahí. Llegamos a tener tanta amistad con los dueños del restaurante que llegaba la hora en que cerraban y a nosotros nos dejaban adentro junto con los músicos para que, hasta con el restaurante cerrado, nosotros nos quedábamos cantando y deleitándonos de exquisitas viandas hasta casi el amancer. ¡Cuán feliz fui en ese entonces! -también-. Luego de ochos años acabó la serie y empezamos a dejar de ir a ese restaurante. Luego cambiaron al gerente, fuimos menos. Luego… desapareció el restaurante. Qué cosa tan impresionante fue hace unos meses ir caminando y pararnos ahí afuera, Adriana y yo abrazados con tremenda nostalgia y a momentos con lágrimás que se asomaban en nuestros ojos, viendo impávidos otra cosa en lo que fue nuestra “Casa de las empanadas”, simplemente… ¡ya no existe! Hoy ahí hay otro restaurante como “dark”, horrible, y pues, sobre todo, ya desapareció aquel lugar que fue parte de nuestras vidas. ¡Desapareció! ¡Ya no existe! Exactamente como ha desaparecido y ya no existe aquella etapa de nuestras vidas. De esos momentos donde reflexionas que sí, así es la vida, es ir desapareciendo. Y así, o disfrutas el momento… ¡o desaparecerá! ¡Tenlo por seguro! Por ello, querida lectora, querido lector… ¡goza mientras dura! ¿Qué? Lo que sea. Todo tiene tiempo de caducidad. Tanto un lugar… como tú…, como yo. Por eso te dije al principio que en cierto aspecto no hay diferencia entre un lugar físico y tú… en el aspecto ese de ir desapareciendo. A mí ya me operaron de la vesícula hace unos años y me la quitaron. Ahí voy desapareciendo. Ya tengo menos partes. Y no se diga del cabello. Voy desapareciendo. Mi cuerpo entero es un lugar donde resido en esta experiencia como humano… lugar que tendrá la misma suerte que “La casa de las empanadas”… hasta pensándolo bien, para como comía ahí… podríamos tener el mismo nombre ese restaurante y yo.
Te comento esto por la vorágine de nostalgia que me dio ir caminando hace un momento por donde vivo y ¡acaba de desaparecer un Sanborn’s de toda la vida! Así no más como para recordarme que nada ni nadie somos para toda la vida. Hace apenas cinco días cité a alguien en ese Sanborn’s Moliere (uno que queda en la esquina de Moliére y Ejército Nacional) para presentarle uno de mis exitosísimos negocios que hoy presido. Ayer cité a otra persona y me escribe un “whatsapp”: “Oye Ariza… disculpa, pero el Sanborn’s ese en el que me citaste… no existe”. ¡¡¡Qué!!! Obvio, cambiamos de lugar, pero tuve que ir caminando a ver…, y sí… ya desapareció. Un Sanborn’s que tenía “toda la vida”… un Sanborn’s donde cité y vi a tanta gente, un Sanborn’s que se convirtió en cómplice de mis más exitosos momentos, donde escuché historias de vida increíbles, donde cerré contratos, donde nacieron amistades, donde “fans” me citaron y asistí para explicar tantas cosas, donde cené como medida de emergencia en algún ataque de hambre junto con quien quiero tanto… momentos de verdad intensos… un lugar que hoy ha desaparecido. Ya no está. Ya fue. Hoy volví a pasar más de cerca, viendo paredes que en tan solo cinco días ya se ven sucias, con plásticos negros en todas sus ventanas, y hoy me percaté que en la puerta principal solo hay una nota que dice: “Aviso”. Me acerqué a leerlo y sucintamente dice algo así: “Les informamos a nuestra apreciable clientela que esta sucursal termina sus operaciones el 16 de enero del 2015. Muchas gracias por su preferencia durante todos estos años”. Punto. Así. Uf, pues… otra vez se me llenaron mis ojos de lágrimas. Otro recordatorio de una verdad de la vida… ir desapareciendo. Se acabó ese lugar del que tengo tantísimos recuerdos, todos gratos y varios de ellos en extremo intensos. Ese lugar… ya desapareció.
Venía caminando de regreso a casa y pensé… “pronto lo mismo pasará con este otro lugar”…, y me refería a mi cuerpo. De hecho, diario sucede algo en este recinto llamado mi cuerpo donde atestiguo el proceso de ir desapareciendo. ¡Por eso remonta en tremebunda importancia disfrutar tanto lo que dure en este lugar! No, no… mejor dicho, lo que dure este lugar. Me ha gustado estar en este lugar llamado mi cuerpo. De verdad lo disfruto porque me ha permitido ver como ve un humano, sentir como siente un humano, y de verdad que es una experiencia divina. Por supuesto que dan ganas de quedarse en este lugar por siempre, pero no… el lugar tiende a ir desapareciendo. Sé que yo -mi verdadero yo- seguirá trascendiendo a otro plano, pero… qué agradable lugar es este del cuerpo humano para a través de él vivir la experiencia de ser humano. Pero ya ves… con qué facilidad desaparece un lugar, como mi muy querido y viejito Sanborn’s, un recordatorio de que eso mismo le pasará a cualquier lugar, a cualquiera, a todos, incluso al lugar este llamado cuerpo humano.
¡Goza mientras dure! ¡Disfruta intensamente atreviéndote a vivir lo que quieras vivir! Todo temor el qué dirán se va desvaneciendo cuando recuerdas que tu lugar tiende siempre, hagas lo que hagas, tomes lo que tomes, a ir desapareciendo. Goza cada lugar. Estamos en ocupación de paso.
¡Emoción por existir!
Alejandro ArizA.