Cuando el otro es un neurótico.
Yo no sé pero cuánto me viene impresionando hoy en día que cuando le llamas la atención seriamente a alguien porque lo merece en pleno proceso educativo o por elemental trato de relación, ahora parece que el que está mal es uno hablando así, justificadamente serio y/o molesto. No salgo del asombro.
Cuando uno es “buena gente”… todo bien. Pero si uno le sube tan solo media rayita al tono y a la forma, el otro, quien merece como 25 rayitas arriba, ya se “siente” ofendido o maltratado con esa media rayita. ¡Por Dios! Estos casos -como uno que acabo de vivir- me hacen recordar a los alumnos de una escuela que hacen un paro porque rectoría ha enviado un comunicado informando que serán un poco -muy poco, por cierto- más exigentes en algún proceso de calificación. ¡Uf! Motivo de paro o para pintarrajear paredes. O cuando alguna autoridad del gobierno avisa seriamente de algún mínimo cambio necesario, y en ese momento hay manifestaciones y bloqueos. Definitivamente, el mediocre se siente prontamente ofendido e hiperreacciona ante la más nimia muestra pública de su mediocridad. Muestra que no se busca exprofesamente sacarla al aire, sino que la muestra él al merecerse el señalamiento de su ineptitud. El ofendido arguye: “…es que hay formas de decir las cosas”, cuando en el fondo esa frase parece mas bien ser: “…es que no hay ninguna forma de decírmelo en la que no me vaya a sentir ofendido y maltratado, no hay ninguna forma”. ¡Puf! Para las personas que cuidamos tanto “las formas” y estamos constantemente en el súper debilitante y cansado proceso de tener un auto-editor incrustado en el cerebro para no ofender al otro con cualquier cosa que uno vaya a decir, qué frustrante que muchas veces el auto-editor muestra como opción no decir nada. Lo que se diga, como se diga, cuando se diga, ofenderá al otro. Y es que el otro no quiere aceptar error. El otro es neurótico. De hecho, un signo de salud mental es aceptar pacíficamente un correctivo, sea de la forma que sea. Alguien con mayor salud mental, escucha y hasta filtra la forma del mensaje central para su opción de mejora.
Definitivamente el mexicano promedio no quiere que se le ayude a crecer más que con dulces y caramelos, y por cierto, dándoselos en la boca y muy poco a poco, y mejor aún, sólo cuando él los quiera. Y ¿sabes querido lector? Así jamás se puede crecer.
Yo agradezco a un papá que tuve y quien fue muchas veces en extremo estricto. Agradezco las escuelas a las que me mandó donde tuve maestros tan estrictos y que varias veces me alzaron la voz y por ahí recuerdo a alguna maestra que hasta me dio un reglazo. Y no, no me traumaron de por vida, no me afectaron mi salud mental ni bloquearon mi desarrollo psicológico. Me hicieron fuerte y favorecieron mi liderazgo. El ser humano extraordinario se forma como el acero, a altas temperaturas. El neurótico con un cuarto de grado centígrado que le suban a su cómoda bañera, grita porque siente que ya lo quieren quemar.
Observa qué sientes cuando alguien te llama la atención y en vez de molestarte, ojalá dijeras hasta “gracias”. Sé que hay mil aristas y condiciones para que todo “dependiera de”, pero tú lector, tú bien sabes a qué tipo de ejemplos me refiero.
-Alejandro Ariza.