Mensajes, uno tras otro
No me queda duda de que cuando uno quiere recibir respuestas, basta con preguntar, quizá insistentemente, pero preguntando basta. Eso sentí hoy, y te lo quería agradecer, Dios.
—Me encanta cuando alcanzas a entender.
—Bueno, cómo no, si ya es superdirecto. Hoy me ha impresionado cómo todo lo que ha llegado a mí, en un CD que tenía guardado hace años, engrana perfectamente con el texto que "me llegó", se me apareció de un "coach" que ni conocía, y luego engrana con una frase célebre que me llega al correo. Todo, uno tras otro. Como si fuera, tal cual, uno continuación de otro, y ¡pareciera que nada tendrían que ver!
—Cada que dices "me llegó", me gusta que así puedas inferir que "te lo mando". Sí, sí escucho tus preguntas. Y, cuando están alineadas con mi plan, las respuestas son casi inmediatas.
—Entonces, cuando no, ¿no?
—Tú lo has dicho. O, por lo menos, no tan rápido. Te doy tiempo para que pienses mejor.
—Este es un "dataso" para saber si anda un alineado con Tu plan, ¿no?
—Otra vez, tú lo has dicho, y con gran tino.
—Bueno, mi tino es el que me das.
—Otra vez atinas. —Y Dios sonrió.