Mis signos de envejecimiento.
Por alguna extraña razón hoy amanecí con deseos de por fin escribir algo que vengo notando desde hace unos meses y sintiendo el deseo de…
Por alguna extraña razón hoy amanecí con deseos de por fin escribir algo que vengo notando desde hace unos meses y sintiendo el deseo de plasmarlo en letras: mis signos de envejecimiento, o por lo menos, como yo percibo en mí signo de que “ya no es lo mismo de antes”. Y no, no se tratan de la clásica aparición de canas o de arrugas, porque en ese específico clásico ejemplo de envejecimiento, son los que precisamente no se me dan mucho. Pero aquí una lista que sí empecé a notar claramente:
La gente empezó a hablarme de “usted”, en ves de “tú” (bueno, eso ya pasó hace rato, pero recuerdo perfecto el impacto del cambio).
Súbitamente me empezó a gustar tomar el café solo, así, sin endulzantes añadidos ni nada, café “como se debe tomar”.
A donde quiera que vaya ya veo a puros “chavitos”, casi “escuincles” trabajando y me admiro de cómo tan jóvenes ya están trabajando.
Desde noviembre ya sé que el mejor momento para comprar es a partir del 26 de diciembre, donde empiezan las rebajas.
Ya he perdido el interés por comprar o adquirir cosas, más bien me encanta vivir experiencias de diálogos y conversaciones interesantes.
El sexo ya dejó de ser importante (aquí estuve a punto de ni necesitar escribir la palabra “importante”).
Me empieza a emocionar mucho más comprar suplementos nutricionales que cosas.
He perdido todo interés en discutir para demostrar nada.
Ahora cuando escucho a un niño -algo extremadamente ocasional, por cierto- se me empieza a hacer muy interesante y revelador.
Si de por sí ya soy súper solitario, ahora gozo más y más mi soledad.
Me fascina cada vez más estar en mi casa, ¡me encanta sentir y vivir mi hogar!, y no tener que salir ni viajar.
Caminar se me hace mucho más atractivo que subirme a un coche lujoso (claro que aquí depende de a dónde vaya).
Ya no quiero platicar con “cualquiera”, como lo hice tantos años. Ahora sé que queda poco tiempo y platicar banalidades con un cualquiera es perder el poco tiempo que me queda.
Noto que me tardo un poco más en concentrarme.
Sí es cierto eso que decían que se te sube el frío si no traes calcetas.
Sí es cierto eso de que te puede dar un aire y súbitamente sientes un “ijole” en la espalda (por decirlo de alguna forma).
Ya dejé de leer todo un instructivo de pies a cabeza para empezar a usar algo. Ahora mejor lo uso y si algo le falla, pregunto a un joven.
Ya prefiero cada vez más lo que sea más y más sencillo y sin ninguna complicación. Voy descubriendo que la vida es de verdad muy sencilla, quizá exageradamente sencilla y a estas alturas parece que trabajo solo para deshacer nudos que yo solito hice en años pasados.
Si algo no me funciona, sin apasionamientos y sin dificultades, fácilmente lo dejo porque sé que debe haber algo mejor.
Ya pienso como que más frecuentemente en Dios, mucho. Aunque eso sí, ya viene de tiempo atrás.
La compasión se me sale solita y hasta en silencio.
Admiro cada vez más y más el talento en alguien, de verdad, a momentos hasta parece exagerada mi admiración, y no lo es.
Mis ojos traspasan exageradamente rápido la superficialidad de algo y noto de rápidamente qué hay detrás.
Ya no me cuesta tanto trabajo decir “no”.
Cada vez me siento mejor y más en paz usando la misma ropa, el mismo estilo, sin necesidad de más. Podría vestir diario igual. Podría comprar tres o cuatro pantalones y camisas iguales para vestir igual diario y no perder tiempo en lo que ha dejado de interesarme viendo si algo combina o si es adecuado para la ocasión.
Noto cómo la gente se preocupa por cosas que de verdad nadie se debería de preocupar.
De repente ya sabes en qué va a acabar una historia. La gente cree que eres “brujo”, casi vidente. No, simplemente ya has visto la misma historia, exactamente igual, muchas veces. El mismo comportamiento humano que se repite una y otra vez en diferentes personas. Me dediqué a ver personas.
Admiro más y más a mi papás. No sé cómo lograron lo que yo sigo sin poder lograr.
Extraño muchísimo a mi papá.
Noto cómo simplemente “estar” con otra persona que quiero puede ser más que suficiente. Así, simple y sencillamente solo estar cerquita.
Nada es tan importante, mas que ver cómo puedes ayudar a más gente a que no se le complique la vida. Noto cómo esa ayuda puede ser tan sencilla y poderosa como tan solo mostrando que existe otra información.
Me vi dos canas.
En fin. Sé que esa lista… “continuará…”. Pero por lo menos, se me antojó compartir lo que vi reflejado en mi espejo, un espejo al que me asomo con frecuencia y voy notando los cambios.