Alejandro Ariza Z. | Publicaciones

Share this post

¿Necesitas que te pidan una disculpa?

alejandroarizaz.substack.com

¿Necesitas que te pidan una disculpa?

Un dolor auto-impuesto y sostenido.

Alejandro Ariza Z.
Aug 15, 2022
25
Share this post

¿Necesitas que te pidan una disculpa?

alejandroarizaz.substack.com

Desde el primer momento en que necesites, llevas las de perder. Y si se trata de una disculpa, garantizas tener todas las de perder. Necesitar una disculpa es una de las más grandes demandas del ego y una de las más dolorosas, tontas y debilitantes condiciones que la persona común se autoimpone. Varios hemos pasado por estas primitivas etapas del desarrollo humano y hoy me sentí inspirado para reflexionar brevemente contigo al respecto.

Ayer, dando consulta, escuché cómo mi paciente se sentía muy ofendida y me explicaba que la condición que pondría para valorar seguir la relación con sus familiares políticos era que se disculparan. Afortunadamente, pensé, todavía está en etapa de "novia". Cuando escuché su relato, sin duda fue ofendida, pero si algo he aprendido es que la ofensa solo se siente cuando realmente se merece. El reto para la persona promedio es elevar su autoestima a tal nivel que lo que se diga de ti no te alcance cuando sabes que no es verdad. Mientras más baja sea tu autoestima, más creerás las descripciones que otros hacen de ti y más poder les conferirás a ellos. Si te detienes a reflexionar un momento, llega a ser hasta cierto punto un absurdo, hablando de ti, refiriéndose a ti, le crees más a otra persona que a ti mismo. ¿¡Quién te conocerá más!? Tú a ti, u otros a ti. Tan solo por la frecuencia de convivencia, la rotunda respuesta es: ¡Tú a ti! Estás todo el tiempo contigo. Sabes todo de ti. Y aun así, cuando otro que ha convivido un poco contigo opina algo de ti, le confieres más importancia a esa opinión que a la tuya. ¡Por Dios! Date cuenta. Despierta. La posibilidad de que la opinión de otro sea incorrecta es muy alta. No te conoce como tú a ti.

Por otro lado, ¿Habrá gente que hable mal de ti y desee tu mal, desprestigiándote? ¡Apuesta a que sí! Y si crees que no, es que lo están haciendo muy bien a tus espaldas. En una vida promedio, es harto común que vayan surgiendo personas a quienes no les simpatizamos. ¿Has oído aquel dicho de que "Nadie somos monedita de oro"? Y ni así he, porque habrá gente a la que no le guste el oro. Tampoco digo que lleguemos a expresar con arrogancia lo que, por ejemplo, le escuché decir al fundador de Uber, Travis Kallanick, cuando dijo: "Eres irrelevante si no te ganas enemigos", pero bien podría acotar aquí que nadie somos irrelevantes al cien por ciento para todo el mundo, así, creando un silogismo, la conclusión podría ser que sí, tendremos alguno que otro enemigo por ahí que hable mal de nosotros y que quiera injuriar o desprestigiar. Lo que hoy quiero compartir contigo es una de mis más fuertes creencias, una que he desarrollado a lo largo de mis años: "Que hables mal de mí, deseando deshonrarme, es decisión tuya; sentirme ofendido, es decisión mía". Nada te puede ofender sin tu consentimiento. Cuando te ofendes, participas poderosamente en la ofensa. Tu propio ego te tendió una trampa y caíste en ella. Digamos que si te ofendes, es tu problema, pero muy tuyo, nada que ver con lo que otro haya hecho o haya dejado de hacer.

Por otro lado, fíjate cómo te ofendes más fácilmente cuando la otra persona significa algo para ti, y ese "significado" es un poder que tú le confieres a la otra persona, la otra persona no lo tiene en sí misma, es una condecoración que tú le otorgaste. Y muchas veces vestimos de rey a un malvado, de princesa a una escoria humana, y nos confundimos por la vestimenta que nosotros le compramos y con la que lo distinguimos. Por eso, en este tipo de reflexiones nos suele ayudar tanto aquella recomendación del gran maestro: "La verdad os hará libres". Más nos vale conocer la verdad de la identidad del otro y relacionarnos con esa verdad que con nuestra ilusión. La frustración real no suele ser por el proceder de la otra persona, sino porque rompe las expectativas que pusimos en ella. No nos duele lo que nos hacen, no duele que nos hagan ver nuestro error de expectativa.

Cuando dos personas se conocen de verdad y llega una tercera a querer dañar, lo único que se pone a prueba es el nivel de comunicación de las primeras dos. Cuando hay una comunicación verdadera y profunda entre los primeros dos, lo que diga un tercero puede terminar siendo hasta risible. El reto, como toda relación humana, es que exista una verdadera comunicación entre los primeros dos, una profunda, una plena, una total. Ese es el mejor "muro de contención" contra todo intento de daño por un tercero. Cuando se duda dentro de una relación por lo que un tercero dice, lo grave no es lo que dice ese tercero, sino la falta de comunicación y confianza entre los dos primeros. Este podría ser tema de otro artículo o conferencia, pero juzgué menester citar la reflexión aquí.

Claro que aun teniendo gran autoestima, puede que no sea de nuestro agrado el que alguien hable mal de nosotros, y más cuando sabemos plenamente que es falso lo que se dice. ¿Qué recomiendo hacer ahí? Si trascendiera, aclarar la verdad. Si no, mejor alejar a esa persona lo más que podamos de la nuestra. Así no más. Y conviene hacerlo de manera radical. Y la opción se abre en ambas direcciones. O eliminamos a la persona de nuestras relaciones o nosotros nos alejamos de ella; sea quien sea, compañeros de trabajo, "amigos" o familiares. ¿De dónde sacar la fuerza para atreverse a hacerlo? De tu autoestima también. Mientras más baja sea tu autoestima, más aguantarás el maltrato, más tolerarás, y para colmo, creyendo que manejas una estrategia para "mantener las cosas en paz", cuando lo que menos vives es paz. ¿Crees que con una disculpa las cosas mejorarán? Tu ego ya puede estar diciendo "Sí, sí, sí, me encanta que la gente se disculpe por ver su error y querer enmendar la relación". Si la persona que te ofende o te falta al respeto por hacer o deja de hacer algo que tú crees erróneo, pide una disculpa por iniciativa propia, suele ser un bálsamo revivificante con el que le encanta a tu ego ser acariciado. En mi experiencia, no tarda esa otra persona en volverte a ofender. He aprendido que si perdonas demasiado enseñas a los otros a acostumbrarse a dañarte. Va... perdona una, dos, tres veces. Pero no más. Los primeros intentos de perdón hablan bien de ti y más si la otra persona pidió disculpas por su propia iniciativa. Pero si alguien te pide disculpas porque tú le dijiste que las necesitas, es autodenigrarte, por decirlo amablemente. Lo más inteligente sería explicarle a la otra persona que lo que hizo o dejó de hacer, tú crees que es incorrecto y le expones tus razones. ¡Hasta ahí! Pero jamás pedir disculpas y mucho menos necesitarlas o peor aún expresar que las necesitas. ¡¿Qué necesidad tienes de alguien que te ofende y que, muy posiblemente, ya le explicaste cómo te daña su proceder y aun así lo sigue haciendo?! En esos casos lo más inteligente es aplicar la retirada. Sí, yo sé que se oye muy radical y supongo que a más de uno de mis lectores les dará miedo. Y es que en años de dar consulta he visto que muchos viven "al revés" un famoso dicho: "Más vale solo que mal acompañado", es decir, viven: "Más vale mal acompañado que solo". Se requiere autoestima para sentirse maravillosamente bien estando solo. De hecho, irónicamente es condición esencial para convivir mejor. Pero también ese es tema para otro artículo o conferencia. También se me antojó acotarlo aquí. Y fíjate que cuando propongo la retirada, la propongo pacíficamente, en los mejores términos, amablemente. Jamás debe existir, ni se justifica, la violencia o el maltrato para alejarnos de alguien tóxico. Con autoestima, con dignidad, uno envía bendiciones y amor (mentalmente) a la otra persona y permite que cada quien siga por su propio camino.

Preferir puede ser mejor.

No necesites, prefiere. Son dos mundos enteramente distintos. Es humano, es noble, es digno, es entendible que "prefieras" que alguien se disculpe contigo cuando crees que te hizo daño, y lo más inteligente sería preferirlo si la disculpa sale de la otra persona sin pedírsela. ¡Eso hace la gente amable, digna y honorable! Sabe que hay poca gente así. Pero, jamás necesites disculpas, mucho menos pedirlas. Necesitar es la siembra con la que puede cosechar frustración.

Si hay algo desafiante en la vida de cualquiera son las relaciones humanas. Todos somos tan imprevisibles que por ello todos representamos posibles sorpresas para los demás, y así todos. ¿Cuál sería el reto, entonces? Creo que bien podría ser la autocrítica. Obsérvate, escucha y atiende. Sé sincero y decide solo expresar lo bueno, bello y verdadero que vez en los demás. Si no lo ves, mejor no decir nada. Porque, ahora cambiando los papeles, ¿Y si tú eres el que ofende? Aquí te diré algo entre nos... tú bien sabes cuando has hecho mal, y lo sabes muy bien, por lo menos en la mayoría de los casos. Mi sugerencia es que ahí, en cuanto lo sepas, ¡discúlpate lo más pronto que puedas! Te dignifica, te honra, eleva tu calidad como persona, es pararte humildemente en el espacio de aprendizaje constante, cuando incluso supones que pudiste hacer daño y de inmediato haces algo para repararlo. En esencia, exitosamente, hacer ese algo consiste en dos pasos: disculparte y no volverlo a hacer. Las disculpas no son un permiso para una futura ofensa. Las disculpas más honestas, las únicas que deberían existir, son las que generan un cambio en ti para siempre. Decides no volver a ser igual. Decides ser mejor. Lo decides para siempre. Disculparte de verdad implica un cambio radical en tu comportamiento, en no volver jamás a generar ese daño. Es la magia transformadora de un compromiso. Un superpoder que tienes y puedes usar.

No necesites jamás pedir disculpas. Solo expresa, conservando tu decoro y fineza al hablar, algo que te hizo sentir mal y por qué lo percibes así, explicando solo a quien es importante para ti por la condecoración que le conferiste. Hasta ahí. Observa pacíficamente el proceder de la otra persona. Si se disculpa y sientes claramente su honesta actitud, ambos van por buen camino. Si no se disculpa, no te molestes. Toma nota. Así, vas apuntando hasta que se cumplan tres o cinco taches. Cuando llegues a tu límite, y te conviene ponerlo, decide que cada quien siga pacífica y amorosamente por su propio camino. Será el colmo si la otra persona te pregunta, sorprendido, por qué decides la separación. Enséñale tu lista con los taches. No necesitas explicar nada. Con ciertas personas, lo único que nos conviene es actuar, no hablar.

Yo le recomendé a mi paciente que no espere, jamás, las disculpas de sus familiares políticos (por suerte, todavía semi-familiares políticos porque ella todavía se encuentra como "novia"). Por alguna razón los conozco y las disculpas jamás sucederán. Si mi paciente espera sus disculpas, vivirá esperando, manteniendo todo el tiempo la sensación de estar permanentemente ofendida, injustamente tratada. Mejor entender que las cosas se deben tomar como de quien vienen y si vienen de alguien que ofende con facilidad, son claras señales de destino, está sucediendo una clara invitación al cambio. Como diría Juan Gabriel en alguna de sus célebres canciones: "Pero qué necesidad, para qué tanto problema". Habiendo tanta gente noble y buena en el mundo con quien podemos relacionarnos en paz. Invité, seriamente, a paciente a que se diera el tiempo de ver mi conferencia “Señales de destino” en donde incluso hablo de las tres señales que confirman quién es tu pareja ideal. Le urge saberlo.

A lo largo de los años, también he aprendido que la gente suele ser así como es y más si no dedican tiempo a leer y estudiar literatura de superación personal o desarrollo humano. Entonces, qué necedad la nuestra de cambiarlos. Más bien, uno es el que debe elegir si así como es la otra persona podemos proceder a la convivencia o no. Ese debería ser casi el único criterio de selección. Sí, claro que con el tiempo todos podemos cambiar, eso implica mejorar, pero ya puede ser un gran avance saber a dónde nos metemos de primera de cambio. Incluso, ciertas personas no son muy conscientes de su maldad porque así son "naturalmente". Viene a mi mente aquella anécdota que relata Carlos Castaneda en Las enseñanzas de Don Juan, donde vagamente recuerdo cuando lo abandona días en la montaña y fue perseguido por un tigre. Afortunadamente, libró la muerte que implicaba el hambre del tigre. Cuando Casteneda volvió a ver a Don Juan y le explicó el peligro que vivió, este le preguntó: "¿Y te sentiste ofendido por el tigre?", a lo que no supo contestar Casteneda y hasta en algún momento sintió que ni la pregunta venía al caso, luego dijo que no, que nada que ver. Sucedió un silencio, y Don Juan atinó en decir. "Lo mismo deberías de sentir con respecto a tus congéneres humanos, dónde solo puedes huir o protegerte; muchos de ellos no desean ofenderte, tan solo estarán haciendo lo que les surge como su naturaleza. El tigre solo quería comer por su natural hambre de carne y así te persiguió, sin jamás quererte hacer daño. Así muchas personas cuando creas que te quieren hacer daño".

Elige bien y nunca temas por cambiar. Lo mejor está por venir y muchas veces estamos recibiendo claras señales de destino para cambiar. Nuestra necedad por mantenernos en donde no pertenecemos, nos priva de conocer la mejor relación que solo está esperándonos del otro lado de una pacífica decisión.

–Alejandro Ariza Z.

Share this post

¿Necesitas que te pidan una disculpa?

alejandroarizaz.substack.com
Comments
TopNewCommunity

No posts

Ready for more?

© 2023 Alejandro Ariza Z.
Privacy ∙ Terms ∙ Collection notice
Start WritingGet the app
Substack is the home for great writing