Pide con osadía.
Acerca de lo tan cierto que es aquello de "en la manera de pedir, está el dar". Extracto de mi libro Sí.
Sensible lectora, lector:
¡Hola!
Iniciamos otro mes más juntos… llegamos a octubre, un mes que tanto me gusta. Y sé que será un mes extraordinario para todos. Por eso, en esta ocasión, quise compartir para todos mis lectores, ya que es una publicación gratuita en su totalidad para mis suscriptores al ser la primera del mes, el poderoso hecho de aprender a pedir a Dios… ¡con osadía! El texto que leerás es tan solo una parte de uno de los capítulos de mi libro: Sí, El impactante poder que inicias al decirlo. “Algo” en mi interior me dijo que te compartiera esto. Obedezco. Aquí está para ti.
En esta publicación, te comparto:
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✍🏻 Editorial: “Pide con osadía”.
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✍🏻 Editorial: “Pide con osadía”.
Hace unos días dicté una conferencia en línea basada en mi libro Sí, El impactante poder que inicias al decirlo. Modestia aparte, fluyó con una enorme inspiración. Cualquiera de mis más asidos lectores podrá observar cómo en los últimos meses me he avocado a revelar mi gran devoción por Dios y mi enorme admiración ante cómo sí responde, cómo sí nos hace caso, cómo sí sigue obrando grandes milagros en nuetras vidas. Por lo menos yo, tengo tremendas evidencias. Basándome en este sentir, fue que hace un momento “algo” me dijo que te compartiera en esta publicación un fragmento de mi libro Sí, El impactante poder que inicias al decirlo. Hace 11 años ya empezaba a hablar acerca de cómo en las Sagradas Escrituras hay secretos que para el lector, lego en la materia, podrá sorprenderle. Sin más, ¡entremos de lleno a una estrategia poderosa para que Dios te escuche y vivas milagros! Aquí está un fragmento de uno de los capítulos de mi libro para ti:
“Grande es tu fe. Entonces hágase como tú quieres”. — Mateo, 15:28
Osadía es atrevimiento, es audacia. Y así es como debes pedir todo lo que deseas para cumplir con el propósito del Patrón [a veces, así me gusta llamarle a Dios]. Mira, yo veo una lógica un tanto cuanto abrumadora. Si estamos trabajando para Él, ¿qué crees que haga si le pedimos ayuda? ¡Todo! Muchas veces no recibimos ayuda por el simple y poderoso hecho de que no la pedimos, y ocasionalmente tampoco la recibimos porque la pedimos pero sin osadía.
En muchos textos se nos recuerda una y otra vez lo importante de tener fe, pero hoy te quiero decir que tener una fe extraordinaria obtiene resultados extraordinarios, y no es exageración. Lo he vivido.
He notado que cuando la gente pide algo a alguien, incluso mediante la oportunidad que tengo como terapeuta cuando mi paciente me platica cómo le reza y le ha pedido cosas a Dios, me entero de que son muchas las personas que hacen un tipo de “oración de supervivencia”, o sea, piden lo apenas mínimo necesario por aquello de la prudencia y el recato al que han estado acostumbrados por sus creencias propias de ser humanos con baja autoestima. Y el problema es que esa identidad personal la proyectan en la idea que tienen de Dios y “humanizan” a Dios con su estilo personal, pensando que si le piden demasiado a Dios y con osadía, Dios pelaría unos ojotes y se llevaría la mano a la boca moviendo la cabeza de un lado a otro. ¡Y Dios jamás actuaría así! Dios, nuestro Padre, el Patrón... ¡Es abundancia pura! Y como tal, ¿crees que se alarmaría por la magnitud de nuestras solicitudes? ¡Claro que no! ¡Imposible! Si crees lo contrario, tienes que confrontarte con el daño que te ha hecho una creencia colectiva clásicamente humana en su variante “baja autoestima” y que ya la has adquirido haciéndola parte de tus referencias de valor. En varias de mis conferencias he explicado que la autoestima es un pensamiento que tienes de tu propio valor y precisamente por ese pensamiento creerás que mereces o no. Necesitas trabajar más en tu persona y autoestima para entender que mereces, naturalmente y sin culpa alguna.
Ejemplos de oraciones de supervivencia serían como cuando piensa o dice la persona:
Diosito (el uso de diminutivos es clásico en alguien de baja autoestima), te pido que me ayudes solo a soportar este día
Señor, ayúdame a aguantar a mi jefe
Diosito por favorcito que no me vayan a poner la infracción
Diosito quítame este dolor de panza
Ay Diosito por favor déjame dormir
No hay nada de malo en esas oraciones. Lo que te quiero hacer ver es que le estás hablando al mejor cirujano del mundo entero para pedirle que te ponga un curita en tu rasguño. Si supieras con Quién estás hablando y su indescriptiblemente enorme poder, Su fuerza para decir que “Sí” a todo, de verdad que tendrías mucha más fe y simplemente pedirías el mejor tratamiento del mundo.
¿Recuerdas cuando eras niño y creías que todo “sí” era posible? Pídele a Dios que te dé esos sueños y deseos que en el camino has abandonado. Él puede hacer que los vivas. Tu problema es que tú has dejado de creer en ti y en tus capacidades, has disminuido las posibilidades en tu propio pensamiento. Es tiempo de que afirmes con osadía: “¡Sí, puedo volver a creer en mí y en mis sueños!”. Créeme en algo, existe un enorme poder dentro de ti, ¡Sí!, existe. En las Sagradas Escrituras, en Efesios 3:20, dice: “Dios es poderoso para hacer que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”.
No sé tú, pero yo cada vez que leo este versículo me impresiona. Incluso lo leo lentamente, sintiendo la gran revelación que lleva implícita. Pero... a qué se refiere esa parte que dice: “...según el poder que actúa en nosotros”. ¡Es el poder que tenemos para pedir con osadía, es el poder de nuestra inconmensurable fe que podemos llegar a tener! Qué fuerte se me hace que el Todopoderoso se vea “limitado” a actuar “según” el poder que actúa en nosotros. Por eso siempre he afirmado que Dios no puede hacer por ti más de lo que puede hacer a través de ti. Solo que necesitamos activar ese poder mediante la fuerza interior que tenemos para atrevernos a pedir, a pedir con osadía y teniendo fe absoluta en el “Sí” que vendrá de regreso a nuestra petición. Cuando pides con osadía, le permites a Dios liberar Su favor para ti y lo hará en el momento en que solamente Él sabe es el mejor para ti, pero liberado, ¡ya está!
Imagínate que ya has muerto y te recibe San Pedro (el de las llaves) en el cielo. Con una amabilísima sonrisa y caminando despacio te lleva por pasillos celestiales donde ves puertas y puertas con nombre de personas, cuando de repente ves una puerta con tu nombre y se te sale preguntarle:
–¿Qué hay ahí?
San Pedro empieza a ponerse nervioso moviendo sus ojos de un lado para otro como buscando a qué te refieres con tu pregunta. Comienza a hacer ruido con sus llaves. Traga saliva y tan solo se atreve a pronunciar con voz queda:
–Bueno, nada importante ya en este momento. Es solo un depósito celestial personal. Sigamos caminando querido mío–. Se rasca entre la barba y voltea para otro lado. Pero tú insistes:
–No. Espera. ¿Qué hay ahí dentro en mi depósito?
San Pedro, siempre tan bueno, toma una de sus llaves temblándole la mano y te abre la puerta. Sale una Luz enorme de esa habitación y con indescriptible sorpresa te encuentras en su interior con ¡todas las bendiciones que te correspondían y nunca liberaste! Y no las liberaste por no pedir y no pediste porque no creíste en el “Sí” divino como merecimiento. Una de las primeras cajas que viste contenía los favores que Dios quería darte la semana pasada, pero les viste una etiqueta: “Jamás liberado por el dueño mediante su petición”. La caja de al lado, una hermosa, tenía una grandiosa oportunidad que Dios te había preparado con Su favor, pero que tú nunca pediste. Al lado ves una cajita con un libro que nunca escribiste. Más adelante una caja impactante por su blancura. La abres y tenía la sanación que Dios te tenía, pero que no pediste con osadía ni fe. Al lado un cofre lleno de dinero que parece no acabarse nunca, pero que tú siempre tuviste miedo a tener tanto y por ello no pediste. Así, caja tras caja, fila tras fila, de bendiciones, favores, negocios, oportunidades, buenas ideas, amor, todo tuyo, pero que Dios nunca pudo liberar porque no lo pediste con osadía y fe en Su “Sí”.
No sé tú, pero a mí me gustaría cuando muera ver mi depósito vacío prácticamente, y no por ser tremendamente ambicioso o egoísta, sino por haber podido tomar lo que divinamente me corresponde al siempre haber querido ser lo que Dios quería que yo fuera para estar a Su servicio. Quiero todo lo que Dios me tiene preparado. Por eso también es bíblico: Pide y se te dará. Y yo sugiero: Pide con osadía e inconmensurable fe y sentirás que se te dará más pronto. Y digo “sentirás” porque sucede un fenómeno muy extraño y, para el ojo inexperto hasta paradójico, cuando con tanta fe, con la certeza en el “Sí”, pierdes noción del tiempo, sientes que lo que pides se sucede casi de inmediato. Y en esencia, así es como sucede. Hasta que comprendí -y sentí- cómo es que con absoluta fe pierdes noción del tiempo, es que entendí una frase que años atrás había leído y no había entendido cuando la vi en Un curso de milagros: “Una paciencia infinita produce resultados inmediatos”. La paciencia infinita aquí yo la entiendo como un “estado suspendido”, fuera del tiempo, donde percibimos que lo que uno pide con osadía y fe, con la certeza de un “Sí” de regreso, ya está ahí, incluso desde antes de pedirlo.
Imagina bendiciones para ti todo el tiempo, tan solo aguardando a que ejerzas tu poder para liberarlas: pedirlas con osadía. Solo quien se atreve a pedir con osadía, abre la puerta que lleva al lugar donde se encuentran las bendiciones que has pedido. ¿Te has puesto a pensar en lo absurdo que sería pedir suponiendo que te digan que no? ¡Entonces para qué pedirías! Sería actuar como un tonto y para colmo en la magnitud de la estupidez sería siéndolo anticipadamente, ni siquiera como consecuencia. Uno pide por que se espera un ¡sí! de respuesta. No hay otra fuente de fuerza para atrevernos a pedir. Esperar un “sí” es generador de esa fuerza. Y cultivar la expectativa de un “sí absoluto” es la raíz de la esperanza. Aquí te he de explicar que un “sí absoluto” no implica que sea un “sí de inmediato” porque para sentir la bendición de la esperanza se requiere sentir el tiempo necesario para su cumplimiento. Y aguantarás todo el tiempo que sea necesario cuando sepas, y quizá te sorprendas, que tú eres lo más importante para Dios. Por pobre autoestima es que alguien puede sentir y pensar en su interior: “No quisiera importunar a Dios, debe estar tan ocupado en cosas mucho más importantes y trascendentes que mis problemitas”. Te lo quiero repetir: Tú eres lo más importante para Dios. Tú eres su posesión más preciada. Tú eres parte culmen de su obra. Dios siempre quiere tu bien y darte ayuda. Cuando yo comprendí esto, cuando lo supe, cuando lo sentí, todo cambió en mi vida. Caminas por la vida con una sensación de poderío y capacidades milagrosas. Las he vivido.
¡Sé osado! Atrévete a pedirle grandes cosas a Dios. Su “Sí” lo tienes garantizado. Se me hace tan contundente que en las Sagradas Escrituras diga: “...no obtienen lo que desean porque no piden” (Santiago 4:2). Y aquí he de revelarte un gran poder: ¡Pide con osadía con la mejor de tus intenciones para el bien de los demás! ¡Ahí el “sí” divino es casi inmediato! Por ello en Santiago 4:3 continúa: “Cuando piden algo no lo reciben porque piden con malas intenciones para gastarlo en sus propios placeres”. Un “truco en la vida” que he descubierto es pedir con osadía para el bien de los demás, y si en ello tú encuentras gran placer, el gozo es universal, la bendición es para todos. La estrategia -por llamarlo de alguna manera- es así. Pide con osadía algo que aunque “suene” solo para ti, en verdad debe ser algo que suceda a través de ti para el bien de los demás. En muchas noches de desvelo para escribir este libro solo le pedía a Dios Su inspiración. ¿Para mí? No. Para que sucediera a través de mí un bien para los demás. Y aquí sostienes con tus manos Su “Sí” materializado. Sostén fuertemente este libro en tus manos a la altura de tu corazón y di en voz alta esta osada oración:
“Dios, te pido tu gracia. Te estoy pidiendo oportunidades sobrenaturales. Dios, dame la capacidad para hacer realidad todos mis sueños. Concédeme alcanzar cada uno de mis deseos. Dame claras señales para abrir las puertas que me llevan a ellos y el coraje suficiente para atreverme a hacer lo necesario en virtud de lo que deseo. Conéctame con los talentos sobrenaturales que tienes reservados para mí y dispón de mi con ellos para usarlos al servicio de mis semejantes y así estar conectado constantemente con tu flujo de abundancia infinita. Te lo pido ya. Lo merezco porque soy tu hijo y tú me lo prometiste. Te pido, de verdad, que me bendigas. Amén”.
No te imaginas el poder que hay en esta osada oración. Exprésala con fuerza cada vez que tu corazón sienta necesitarla. Observa los resultados. Comunícalos y ayúdales a los demás a vivir esta divina experiencia.
Hay mucho más de este capítulo en el libro Sí. Puedes adquirirlo:
¡Emoción por existir!
P.D.:
¡HEY! Una buena noticia para quien disfrute de escuchar pódcast o conferencias. El mes pasado dicté una conferencia muy sensible y espiritual, “Cura el agotamiento”, y se pudo grabar muy bien al audio para que disfrutes el descargarlo y escucharlo mientras haces ejercicio o vas en el auto o donde quieras. Espero lo disfrutes aquí:
📕 La recomendación de un libro
Al paso de los años, lo compruebo, este libro fue inspirado… granDIOSamente:
📸 La imagen de la semana
Me econtré esta imagen (¿o me encontró?) en la red. Siéntela… ¡A mí me encanta darme la oportunidad!
📝 La frase de la semana
““Pidan, y se les dará. Busquen y hallarán. Llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abrirá.”
–Mateo 7:7-8
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Saludos Alejandro, muy poderoso, muchísimas gracias por todo.