“Hoy en día, la gente sabe el precio de todo, pero el valor de nada” –Oscar Wilde.
Se me antoja disertar un poco acerca de esa frase de Oscar Wilde para compartir contigo. Vivimos en una sociedad cada vez más basada en el consumismo, y se nota más en épocas decembrinas. La publicidad clásica de esta época parece decirnos que el éxito y la felicidad se pueden comprar y que todo tiene un precio. Pero, ¿qué pasa con las cosas que no se pueden comprar? ¿Qué pasa con el amor, la amistad, la salud, el tiempo o las experiencias?
Esas son cosas que no tienen precio. No puedes comprarlas con dinero, pero son extremadamente valiosas. Sin embargo, a menudo las damos por sentado o las ignoramos completamente en nuestra búsqueda de riquezas materiales.
Pensamos que tener más cosas nos hará más felices. Pero la verdad es que no importa cuánto dinero tengas o cuántas cosas poseas, nunca estarás verdaderamente satisfecho si no valoras lo que ya tienes o el gran valor que puedes adquirir y que es inaccesible con el dinero.
Un cuerpo fuerte y tonificado, el amor de tu familia y amigos, tu salud, tu tiempo y tus experiencias son ¡son valiosas! Y no hay dinero que las pueda comprar. Ni precio pueden tener.
Entonces, aunque vivamos en una sociedad donde se nos enseña a valorar todo en términos de dinero, creo que es buena una sutil sugerencia, un ArizaTip: Debemos aprender a apreciar y valorar las cosas intangibles de la vida, esas que solo se adquieren mediante el ejercicio de las virtudes humanas, sin poderlas comprar con dinero. Solo entonces nos acercamos a los linderos de la verdadera felicidad y satisfacción.
Y no, no es despreciar el poder adquisitivo del dinero, cosa sin duda maravillosa, sino solo observar que hay cosas de enorme valor que, precisamente, el dinero no puede comprar. Porque sí, es un concepto clásico aquel de: “Precio es lo que pagas y valor es lo que recibes”, pero insisto, existe un tipo de valor, uno enorme, que se recibe sin dinero que lo pueda comprar. Existen cosas que no están a la venta, sino que solo se merecen y se pueden apreciar.
–Alejandro.