Uno de mis ingredientes para ser feliz.
Hoy me despertó una idea y aquí ando siendo fiel a ella. Tuve una reflexión muy temprano y sentí la orden de escribir brevemente acerca de…
Uno de mis ingredientes para ser feliz.
Hoy me despertó una idea y aquí ando siendo fiel a ella. Tuve una reflexión muy temprano y sentí la orden de escribir brevemente acerca de ella. Como siempre, procuro ser obediente y aquí estoy ya escribiendo. Hoy en día en que desfilan en las redes sociales una enorme cantidad de “recetas para ser feliz”, blogs, memes, imágenes, listas, condiciones, consejos, etc., de esas como: levántese súper temprano, corra 20 minutos, haga yoga, lea, trabaje duro, conviva amablemente, coma sólo cosas saludables y un sin fin de etcéteras, he de confesar que me he imaginado haciendo varias cosas de esas, y tan sólo de imaginármelas, no me hacen feliz. Levantarme súper temprano… y ¿si no tengo ningún pendiente a las 4:45 AM? No me imagino viendo las paredes medio a oscuras y ahora tan solo esperando que llegue mi hora normal de iniciar actividades. No, no sería feliz. Y sí, claro que me levanto temprano, mucho muy temprano, cuando lo necesito. ¡Por ahí ya va uno de mis ingredientes para ser feliz! Hacer con maestría lo que necesito realmente, sólo lo que necesito. No me es menester hacer más. Y bueno, este es un mero ejemplo.
Yo no estoy aquí para darte una receta, porque he desarrollado la poderosa creencia de que no existe una “receta universal”, sino que cada quien tiene y va creando sus propias recetas con los ingredientes que va probando de la vida, haciendo las combinaciones más personales que se puedan imaginar. Yo aquí sólo quiero compartirte uno de mis ingredientes que he descubierto como esenciales para ser feliz: Descubro para qué no sirvo y eso no lo hago. Punto. Así de sencillo… y desafiante. Me ha dado un resultado maravilloso, sólo teniendo que superar el reto que te suelen poner los amigos o conocidos y en donde se pone a prueba tu autoestima y convicciones.
¿Has leído por ahí, en las miles de recetas que circulan por Internet, que te atrevas a ser “diferente”? Que si eres diferente que no te importe y bla, bla, bla. Siempre es muy socorrido en temas de superación personal ese aspecto, el que si “los demás” te creen loco es porque eres diferente y que es una maravilla ser diferente y más bla, bla, bla. Pues bien, deteniéndonos a analizarlo, es un reto muchísimo mayor a lo que alguien se puede imaginar. Específicamente, por ejemplo, en mi ingrediente que comento en esta columna, te lo repito: si descubro algo para lo que no soy bueno, sencillamente eso no lo hago. ¡Uy!, pero si eso que descubro coincide con lo que la mayoría cree que es bueno, digno, noble y honorable, entonces se me empieza a percibir como alguien cometiendo un error. ¡Y ahí entra el desafío de que lo que digan los demás a ti no te importe! ¡Por Dios! ¡Tienes que entender que ellos opinan desde su muy particular experiencia de lo que creen bueno para la humanidad entera basándose en el beneficio que ellos recibieron a título personal! ¿¡Alcanzas a ver el arrebato de ego que esto implica!? Alguien descubre para sí que correr todas las mañanas a las 5:00 AM le ha cambiado la vida y es maravilloso. Descubre para sí que se siente más despierto, que respira mejor, que no sabe bien cómo explicarlo pero todo le mejora y así… muy consecuente a la naturaleza humana, quiere que todo el mundo se levante a las 5:00 AM y corra kilómetros exactamente como él lo hace. Se la pasa publicando fotos en Facebook de su carrera, de sus kilómetros, cada vez más, de sus comentarios, de su sacrificio, etc., etc., etc. Visto con filosofía, su intención es buena. Se trata de alguien que quiere compartir lo que él ha experimentado como bien. Hasta ahí, es noble la intención. Pero de ahí a que tú descubras que no eres bueno para correr y mucho menos para levantarte temprano (como es mi caso, por ejemplo), dista mucho de que lo imagines como un bien para ti y te transforme para mejor. Aquí es donde se requieren muchas agallas para aceptarte diferente. La presión social es mucha cuando alguien descubre algo bueno para sí y coincide que es bueno para millones de personas más, menos para ti.
Sé que muchos, en este ejemplo o en este tipo de ejemplos, dirán: ¿¡Pero cómo puedes decir que algo no te gusta si no lo has probado!? ¡Augh! Tuve tanta gente así a mi alrededor cuando, por ejemplo, les confesaba que yo nunca como nada del mar, ningún marisco, nunca, jamás, que nunca los he probado y que jamás lo haría. Personas que se me quedan viendo con una cara entre admiración, ternura y compasión como imposibilitados para entenderme, e insisten e insisten en que no puedo saber que algo no me gusta cuando no lo he probado. Recuerdo perfecto cómo uno de esos sujetos míticos y legendarios, de los que te insisten hasta como queriéndote amedrentar y planeando ocultarme dentro de otro alimento algún marisco para que “demuestren” que sí me lo comería y hasta quizá me gustaría, seguía insistiendo e insistiendo. Era tanta la ya molesta insistencia cada vez que me decía: “De verdad Ariza, tú con todos tus rollos que te cargas y que le andas diciendo a la gente y tal, ¿cómo no te atreves a comer mariscos siendo algo tan delicioso y sano, más me impresiona tu inamovible postura, negándote tan rotundamente siquiera a probarlos? Más congruente sería que primero los probaras y luego dijeras que no te gustaron. No puedes saber si algo no te gusta si no lo has probado”. Me clavaba la mirada este tipo con sus palabras. ¡A fuerza quería que comiera eso! Yo sabía que estaba frente a un Mr. Ego encarnado en humano. Al ego le encanta ser la referencia de lo correcto, la medida del deber. ¡Ahí, se me ocurrió una grandiosa idea! Lo dejé calladito y dejó de insistirme. Recuerdo que le dije: “¿No te gustaría tener sexo sucio y rudo con otro hombre?”. De inmediato se molestó y me dijo que qué me pasaba con esa pregunta tan asquerosa, que él estaba bien definido, que ni al caso, que esas mariconadas y marranadas no le gustan. Francamente se molestó. Yo noté que había logrado mi cometido. Y ahí le dije: “Pero… ¿cómo puedes decir que algo no te gusta si no lo has probado?”. Guardó silencio y yo aproveché ese silencio para continuar: “…más o menos así es como yo sé que no me gustan los mariscos si necesidad de probarlos”. Se terminó la insistencia y se cambió de tema.
A la gente más primitiva le encantará recomendarte mil cosas que hace y que le han funcionado para bien, y más si se tratan de cosas, actividades u objetos que la abrumadora mayoría de la gente ha descubierto como benéficas también, incluso “por naturaleza humana”. La persona primitiva se apoya mucho sabiéndose parte de mayorías. Ya sabes, que el ejercicio, que la alimentación, que la religión, que una familia bonita, que una casa propia con cuatro recámaras, y un sinfín de predilecciones más. ¿Y si tú descubrieras que uno de esos “ingredientes de la felicidad de las mayorías” no te hacen feliz a ti? ¡Ahí está tu reto! Este es el verdadero reto que significa atreverte a ser diferente. Vivirás la tensión de atreverte a ser diferente a la mayoría de humanos y vivir abiertamente manifestándolo, de ser necesario. Y no, no querrá decir que tú no eres humano. Significará sencillamente que eres un humano diferente. Y no, no eres raro (salvo para los ojos del ego de los otros, pero recuerda que estamos analizando “tus” ojos, no los de otros”), más bien ¡eres un original! Se requieren de muchas agallas para reclamar tus gustos y vivir apegado exclusivamente a ellos. Esto no significará que no “pruebes” si quieres probar de tantas opciones que la vida nos pone enfrente. Algunas, por naturaleza (o por la razón que quieras) las rechazarás sin necesidad de probarlas… ¡y está bien! Confía en tus instintos.
A mí, si me piden, por ejemplo, que me levante muy temprano a hacer canotaje extremo en ríos salvajes, no, la verdad no iría, por varias razones: he descubierto que no soy bueno para levantarme temprano, he descubierto que no me gustan los “deportes de alto riesgo”, he descubierto que el agua combinada con piedras y riesgo no es una combinación que me haga feliz y así… ¡simple y sencillamente no lo hago! Y ese “no hacer” es fuente de felicidad para mí. ¡Me fascina mostrar mi liderazgo negándome! Es poderoso. He aprendido a decir no con poder. Nadie me discute y ya casi nadie me insiste cuando digo yo digo “no”. Es liderazgo y autoliderazgo también.
Ya quítate la idea de que para ser feliz tengas que hacer algo, y hoy aprende que para ser feliz también puede existir un ingrediente en tu receta muy personal: el no hacer. No hacer lo que sencillamente no quieres hacer por la razón que sea, de la cual, ni explicaciones tienes que dar. El día que eleves tu autoestima al nivel donde te atrevas a decir “no” bajo la insistencia sutil o ruda que alguien te impone para que pruebes algo que, de antemano tú crees que no te gustará y no tienes el más mínimo interés de probarlo, lograrás sencilla y poderosamente el no hacerlo. Y si se te insiste, pues ya te di un consejo de lo que le puedes decir para que te deje de insistir (no más checa bien bien que se trate de alguien macho, macho, macho).
Date el tiempo para pensar. Detente a analizar tus gustos muy personales. Si algo de lo que haces no te hace feliz… ¡deja de hacerlo! Dejar de hacer puede ser fuente de felicidad más grande de lo que te imaginas. Quizá descubras que no quieres hacer ejercicio o no quieres dejar de comer mal una temporada… ¡la posibilidad de elegir así existe! Eres humano y venimos a experimentar. Quizá descubras con mayor sorpresa que no te gusta el trabajo que realizas o… estar con la pareja con la que vives. ¡Ahí está un gran desafío para “dejar de hacer” como fuente de felicidad! Yo, muy particularmente, te he compartido uno de mis ingredientes para mi felicidad. Por lo mismo que te he expresado aquí, muy posiblemente no sea un ingrediente para la tuya, pero quizá sí y estas líneas te animen y te validen para descubrir para qué no eres bueno y eso lo dejes de hacer. ¡Bum! ¡Ahí tendrás un chispazo de felicidad que puede ser permanente! No te digo que lo pruebes forzosamente, te invito a que si tu intuición o criterio te lo indica, lo pruebes y veas si te funciona. Si ni siquiera lo quieres probar, también está bien.
Recuerda tan sólo que si te atreves a ser diferente y te mantienes fiel a tus gustos, lo que sigue inmediatamente es la separación, por lo que explico ampliamente en mis conferencias, por “Ley de semejanza”: lo semejante atrae a lo semejante, y lo distinto repele a lo distinto. La persona y el grupo que te invitaban a ser parte de ellos a través del “hagamos lo mismo”, si tú eliges no hacerlo, naturalmente se irán y te repelerán, como tú a ellos. Cuando lo escuchas así se oye y se percibe dramático. Hay tanta gente que no sabe la dicha y felicidad que podría representar unas horas de soledad y silencio gracias al bendito repele, que la necesidad de pertenecer termina superando el gusto personal y la autofidelidad. Ahí, yendo en contra de ti pero a favor de la compañía, te levantas temprano y le entras al canotaje, por citar mi ejemplo anterior. En saldos finales, no serás feliz. Imaginaste ser feliz por tu necesidad de pertenencia y miedo a la soledad, pero al precio de hacer lo que no deseas hacer. Mientas más baja autoestima tenga la persona, más fácilmente podrá proceder en contra de sí para ir a favor de otros. Aprender a ser diferente implica aprender a disfrutar momentos que podrían ser solitarios y en silencio, para que muchas veces, por ser diferente, sencillamente la vida te presente a otras personas ahí, a la vuelta del momento, luego de haberte atrevido a serte fiel, apareciéndose posiblemente personas con gustos parecidos a los tuyos. En lugar de ir al canotaje, te retiras a escribir. Decides ir al bar de un hotel a escribir unas notas y al lado hay alguien haciendo lo mismo. Voilà!, magia sucederá en un nuevo y merecido encuentro que dispersó la visión anterior de soledad. Sigue operando la ley de semejanza.
Yo aquí sólo te comparto que aquellos consejos ya tan manoseados en las redes sociales de “atrévete a ser diferente”, tiene una implicación mucho mayor a la que se puede suponer, sobre todo cuando descubres que tus predilecciones, para lo que te gusta como para lo que no te gusta, son tan tuyos, así tan auténticos para ti, que de verdad tienes ahí la oportunidad de serte fiel y encontrar en ello un ingrediente para experimentar felicidad. He estudiado que celebridades que han merecido pasar a ser referencia de éxito y felicidad en la historia universal de la humanidad, fueron personas que se atrevieron a ser fieles a sí mismas, haciendo exclusivamente lo que para ellos era sensato y valioso, e independientemente de que coincidiera con algo sensato y valioso para los demás.
Experimentar la vida es algo muy personal. Sugiero que no tan sólo descubras para qué eres bueno y te enfoques a hacerlo, como innegable fuente de felicidad y realización, sino también te des el tiempo y la concentración para descubrir para que no eres bueno y eso simplemente no lo hagas. No necesitas la aprobación de nadie por hacer o dejar de hacer. La vida la estás experimentando tú y es error creer que otro pueda experimentar sus gustos también a través de ti. ¿Me logro explicar? Espero que sí, por la felicidad de todos. El respeto a los gustos ajenos es otro ingrediente de la felicidad valioso. Sirva este tipo de reflexiones para que mantengamos nuestra…
¡Emoción por existir!
–Alejandro Ariza Z.