¡Ya descubrí al ladrón!
La verdad siempre sale a la luz, aunque tarde. Si investigas y unes las pistas.
Estimado lector:
Pues te he platicado en mis más recientes comunicados (allá en mi Substack de “Inteligencia para el dinero”) que fui víctima de un robo de identidad y lo descubrí por azar. Te daré un breve resumen de la historia. Este artículo debe estar por todos lados. (Te agradeceré me ayudes a viralizarlo, ya verás por qué…).
Un día, creo que alrededor del mes de octubre pasado, fui a una tienda departamental (“El Palacio de Hierro) y, por querer aprovechar un pago a meses sin intereses, solicité su tarjeta de crédito. Me la negaron. Que porque había un retraso de pagos reportado en mi “Buró de Crédito”.
Modestia aparte, yo no debo nada a nadie. Entonces, bajé mi reporte del “Buró de Crédito” (RBC) por primera vez en mi vida. Y sí, ahí estaba un adeudo por no pagar una tarjeta de crédito ya durante cinco meses… ¡Una tarjeta que yo nunca solicité ni tuve!
Se trataba de un banco que ni conozco, “ABC Capital”. Investigué y se representaba a uno de esos nuevos bancos digitales que otorgan tarjetas de crédito al por mayor: “Ualá”.
Empecé mis reclamos, tanto al “Buró de crédito”, como al “Círculo de crédito”, en donde estaba reportado un atraso de pagos ya hasta por más de cinco meses. (Es de hacer notar que, si no intento sacar la tarjeta de “El Palacio de Hierro” en aquel entonces, seguiría sin descubrir esto).
Logré “limpiar” mis reportes porque el banco nunca les respondió a las instituciones del Buró de crédito y Círculo de crédito en el tiempo que por ley debía hacerlo.
También empecé una larga serie de llamadas de reclamo e investigación con el banco “Ualá”. Meses en esto.
La historia dio como resultado que ni el mismísimo banco digital “Ualá” podía ayudarme porque para ver esa famosa cuenta a la que debía, tendría que entrar a la aplicación de “Ualá”, misma que yo nunca he descargado en mi celular, y debía entrar con el correo electrónico o teléfono registrados en la cuenta. Son los del ladrón. No tengo acceso a ellos, naturalmente.
El banco me llegó a “ofrecer” que pagara la cuenta para “ya dejar esta historia atrás”, pero para ello tendría que cambiar el correo y el teléfono registrados y así poder entrar a la aplicación del banco. Para este procedimiento debía solicitar el cambio desde el correo registrado, el del ladrón. Así, su misma propuesta, era imposible. Amén de que yo no debía pagar eso.
Empecé las denuncias ante el INAI, luego ante la CONDUSEF, y ante el Ministerio Público. Sí. Una gran inversión de tiempo y vueltas. Una cita tras otra. He pasado meses intentando resolver esto. Mientras, la deuda por intereses moratorios de aquella tarjeta de crédito sacada a mi nombre, cuyo monto original fue de 12,000 pesos mexicanos de crédito, ya iba como en $16,000.
Y, pues bien. Ese es el resumen del pasado reciente. Ahora te actualizaré en cómo van las cosas hoy y cómo logré averiguar y encontrar al ladrón. Ha sido toda una labor detectivesca. He recordado mi entrenamiento en el semestre en que llevé la materia de medicina forense, aunado a mi pasión por saber. Y de que es mi problema.
Llegas a una edad donde descubres que nadie te va a ayudar. Tú tienes que resolver.
En una reciente junta en la Condusef en donde, con su autoridad, ya citaron al banco “Ualá” para intentar llegar a una conciliación, misma junta en la que no se llegó a nada, (el banco no mueve su postura de que le debo dado que “tiene evidencia” de que mis biométricos ahí están), nos quedamos platicando. Fueron dos horas. Y en una de esas, “se le sale” decir a alguien ahí algo que escuché, dado mi entrenamiento como terapeuta para escuchar hasta los más sutiles comentarios: “…ya nos están empezando a llegar nuevos casos de fraudes de «Ualá», de hecho un cliente nos platicó de cómo empezó el fraude con un técnico de la compañía “Izzi”…”.
De momento, no encontré yo relación en ese relato del que no se dijo ni se explicó más. Al parecer, de esas cosas que “nada que ver”. Pero ese comentario quedó grabado en mi mente. Como todo lo que se dijo en todas las juntas.
Se programó, bajo mi solicitud, otra junta futura. Otra para solicitar la geolocalización del celular desde donde se tomó la foto en donde aparezco. El banco no se mueve de su postura de que no hubo robo de identidad porque en su proceso de “onboarding” sí soy yo en los biométricos enviados desde un celular.
Ya en corto, la abogada, representante legal del banco “Ualá”, me decía: “Yo estoy de acuerdo con usted —en aquello de que yo, Alejandro Ariza Zárate, no saqué nunca esa tarjeta ni soy el que sacó el dinero de la tarjeta—, pero lamentablemente tenemos el proceso que no demuestra robo de identidad, aunque yo lo entiendo a usted y muy seguramente usted no fue”. Ahí le respondí yo: “Pues entonces el problema parece meramente de terminología. Entonces dejemos de lado aquello de “robo de identidad” y entendamos de que ahí hay un fraude. ¿Cuál? ¿Cómo se llamaría? Ese es el otro tema. Pero de que hay un fraude, lo hay”.
Asintió. No pasó de ahí.
En el análisis que llevamos hasta el momento, ya se demostró que la foto mía que tiene el banco fue tomada desde un celular “Samsung” con sistema operativo Android, mismo que yo no tengo ni he tenido nunca. Pero falta la geolocalización exacta, con nombre de calle que se muestre. Porque hoy, esas cosas se pueden saber.
Recuerdo que, luego de mis solicitudes que ya llegan a ese extremo de investigación de geolocalización, y que ahora el banco tiene la obligación de darme gracias a que la Condusef los puede obligar, la abogada de la Condusef me comentó a manera de broma: “No más faltaría que en la geolocalización saliera su domicilio, doctor Ariza”. A lo que respondí: “Pues solo si el ladrón se hubiera parado afuera de la puerta de mi casa”. Todos nos reímos.
Ironía: así fue. El ladrón estuvo en la puerta de mi casa. Te lo revelaré más adelante. Sigue leyendo.
Horas más tarde, al llegar a casa, mentalmente repasé todo. Y ahí… ¡Tuve un momento “Eureka”! Empecé a atar cabos y tuve una revelación.
Revisé el extenso reporte que me entregó de sus evidencias el banco “Ualá” y vi la foto en donde aparezco, tomada en una fecha y hora exacta, por allá de mayo del 2024. Y se me ocurrió revisar mi calendario, donde todo lo apunto, y vi qué estaba haciendo yo aquel día a esa hora exacta. En mi calendario estaba programada una visita de la compañía de telefonía e internet “Izzi”.
Mi corazón empezó a latir más rápido. Revisando fotos, documentos, calendarios, mensajes de Whatsapp, mensajes de iMessage, todos de ese día. Mi emoción iba en aumento porque se estaba tejiendo algo.
Revisé los mensajes que envié a mi equipo de trabajo ese mismo día y encontré uno que le envié a mi asistente diciéndole esa mañana: “Te encargo que estés pendiente por si llegan los de “Izzi”. Quedaron de venir entre las 3:00 P.M. y las 5:00 P.M. Yo no sé si alcance a llegar para atenderlos, pero ya está programada la visita de una cuadrilla para instalar el servicio”.
La mañana de aquel día, había decidido cambiar mi servicio de internet a “Izzi”. Pero, tan solo una hora más tarde de haber solicitado la instalación, me arrepentí y terminé cancelando la visita de “Izzi”. Fue tan sencillo como haber hecho una llamada, me dieron mi folio de cancelación de la instalación, y se acabó la historia. También lo informé a mi colaborador.
Aquel día llegué a casa cansado luego de ir al gimnasio. Estaba comiendo ya tarde, alrededor de las 4:00 P.M., cuando de repente suena el timbre de la casa. Todo mi equipo estaba tan ocupado que dije: “No se preocupen, yo voy y abro”. Al fin que en las pantallas de las cámaras de mi casa vi un pequeño auto de “Izzi” que se estacionó afuera y la cara de alguien con uniforme de “Izzi”. Abrí la puerta y se sucedió este diálogo. El técnico de Izzi dijo:
—Hola, ¿qué tal? Soy el jefe de la cuadrilla de Izzi que venía a instalarle hoy. ¿Es usted “Alejandro Ariza”? Porque tenemos un reporte de que canceló la instalación.
—Sí. Soy yo. Y sí, cancelé desde en la mañana.
—Ah, ok. Por un mero procedimiento para terminar de cerrar bien la orden, ¿me permitiría tomarle una fotografía a su credencial de elector y a usted? Solo le robo unos segundos.
El robo no iba a ser solo de unos segundos.
—Sí, con gusto —respondí.
Le di mi credencial de elector y yo permanecí parado en la puerta de mi casa.
El tipo usó su celular Samsung, mismo que tenía en la mano desde que llegó y abrí la puerta, y le tomó foto a mi credencial por ambos lados y luego a mí. Lo hizo rápido.
Me despedí y cerré la puerta.
Recuerdo que cuando regresé al comedor, les platiqué a mis colaboradores: “Oigan, qué servicio tan profesional de “Izzi”. Aun habiendo ya cancelado por teléfono desde temprano, vino como un gerente de zona o jefe de cuadrilla, creo que me dijo algo así, para confirmar que cancelé y todo. Me quedo supertranquilo de que ahora sí está bien, bien cancelado”. Uno de mis colaboradores me dijo: “Sí. Aunque ya desde en la mañana te habían dado un folio de cancelación. Ya no tendrías problema”. Eso fue en mayo del 2024.
Ahora regreso al tiempo presente. Ahí donde el corazón me latía más rápido.
Tomé el teléfono y hablé a Izzi. Informé que hace casi 10 meses había solicitado la instalación de sus servicios y que ese mismo día había cancelado la visita. La ejecutiva telefónica lo revisó y me dijo que sí, que efectivamente tenían registrada una visita y cancelación aquel día. Ahí, aproveché y le pregunté: “Señorita… ¿En sus procedimientos de cancelación, ya ustedes habiéndome dado un folio de cancelación, termina viniendo alguien de su personal para tomarme foto a mí y a mi credencial de elector para reconfirmar la cancelación?
Se hizo un silencio.
El silencio se extendió un poco más.
De repente, la señorita rompe el silencio con voz seria y de volumen un poco más bajo que el saludo inicial:
—No. Eso no está dentro de nuestros protocolos. De hecho, no tenía por qué ya haberlo visitado nadie. —respondió.
¡Fue ese cabrón!
(Bueno, aquí agregaré “presuntamente” por aquello de la prudencia).
¡Fue ese HDSPM, personal de “Izzi”, quien en la puerta de mi casa, usando su celular, porque recuerdo perfecto haberle visto un celular marca Samsung, ahí mismo él estaba en su aplicación de “Ualá” abriendo una cuenta a mi nombre! Al momento en que pide el banco digital foto de la identificación y foto del usuario para hacer el “onboarding” y abrir la cuenta digital, ¡lo estaba haciendo, pero con mi credencial y con mi cara! Me estaba robando en mi cara, literalmente, hasta mi cara. El comprobante de domicilio que pide el banco, ese puede ser de cualquier otro domicilio. Y sí, estaba registrado un recibo de luz de otra casa, pero el banco digital lo da por bueno al meramente subir a su plataforma un “documento oficial” como comprobante de domicilio, al fin que fue ese el que se registró en la cuenta. Y no, nunca se entregó una tarjeta física porque solo solicitaron una tarjeta de crédito digital. El plan de estos cabrones fue perfecto. Hay contubernio de “Izzi”, del personal de esa cuadrilla que iba a venir a instalarme, para aprovechar este error del banco, tomar como “selfie” una foto tomada desde la cámara trasera de un celular. Crazo error de “Ualá” en sus “procesos de seguridad digital”.
De inmediato fui a los documentos que “Ualá” me entregó a mí y a la Condusef, en donde está mi foto, y revisándola ahora con más atención, ¡sí, es una foto mía, pero tomada desde afuera de mi casa! Tal cual me la tomó aquel cabrón. ¡No es una “selfie”! Como te digo, ahí existe un gravísimo error del banco “Ualá” que ahora ya está en firme queja e investigación frente a la “Condusef” porque permitieron abrir una cuenta con una fotografía tomada con cámara trasera de un teléfono y aprobarla como “selfie”.
Ahora he ampliado mi denuncia ante el Ministerio Público porque ya no voy contra “Ualá” —o no únicamente—, sino ahora es contra “Izzi”.
Te platico que decidí pagar la deuda de esa pinche tarjeta, sí, consolidando que me robaron ahora sí hasta dinero, porque quise parar que la deuda siguiera constantemente en ascenso por los intereses moratorios. El banco, para ayudarme, “hizo una excepción” y sin necesidad de usar la app, sino solo dándome un número de cuenta, aceptó el pago de la deuda y cancelaron de inmediato la cuenta. Esa parte del problema ya lo paré así.
Pero ahora alguien me debe ese dinero.
Espero que la ley haga justicia porque “Izzi” me lo tiene que pagar si se demuestra su delito. Si no, pronto, además de este artículo, empezaré una campaña en redes sociales platicando la historia. Te encargo que me ayudes a viralizar este artículo, para empezar.
Te he de platicar también que, cuando me habló el departamento de cobranza del banco “Ualá” para “darme la solución: pagarles”, me dijo el de cobranza de “Ualá”: “Muy aquí entre nos doctor, usted no es el primer caso que tenemos de fraude con alguien de Izzi y nosotros. De hecho, le platico que un señor ya mayor le hizo tanto ruido a Izzi que acabaron pagándole la deuda que tenía con nosotros y hasta creo que más”.
¿Hay más casos como el mío, entonces?
¿De esa manera, entonces, ya hay un “sistema” entre “Izzi” y “Ualá”?
Porque, de ser así, la única diferencia es que existamos personas como yo que se toman el tiempo (gran cantidad) y esfuerzo intelectual (escribir correos, escribir cartas, relatar por escrito denuncias, etc.) para investigar y descubrir al ladrón. Y, si hay varios casos como el mío, ¿podrá haber algún acuerdo entre personal de “Izzi” y “Ualá”?
No lo sé. Pero mis siguientes investigaciones nos lo demostrarán.
Porque sigo investigando.
Lecciones sugeridas para aprender
¡Nunca des identificaciones tuyas a nadie! Ni a personas que vengan uniformadas y tengan relación con una historia que te conste (como la mía solicitando el servicio de “Izzi”).
Si fuera estrictamente necesario mostrar tu identificación y permitir que le tomen foto o copia, tú tienes que tomar una fotografía de esa persona que te lo está solicitando y pedirle su nombre y que se identifique también con una identificación oficial, a la que tú también podrías tomarle fotografía “a cambio”, de ser posible. Si no, por lo menos, vela y memoriza, apunta, su nombre y puesto.
No permitir que nadie te tome una fotografía en condiciones fuera de lo común.
Si fuera necesario que te tomen una fotografía en condiciones un poco fuera de lo ordinario, tú también deberías de tomar fotografía de esa persona.
En general, hoy en día es muy difícil no ser presa de fraudes gracias a la gran afectación que está teniendo la inteligencia artificial en nuestras vidas. De este tema ya también te he escrito en mi Substack de “Inteligencia para el dinero”. Sin embargo, en la medida que podamos, sugiero que debemos desconfiar más, hasta de lo que parece normal. Una conducta que, aunque lamentable, es necesaria en estos tiempos en que nos está tocando vivir. Prudencia actual.
En fin, yo sigo acá con esta historia, ¡pero ya sabiendo quién fue el ladrón! Al fin, también tengo foto de la mano que sostiene mi credencial y, a todas luces, no es mi mano. Y, por suerte, se alcanzan a ver huellas dactilares con tanta precisión que un perito podrá saber la identidad de la persona.
Y esa persona, acabará recibiendo su merecido.
Aunque, por karma, no te quiero contar lo que ya debe estar viviendo o no tarda en vivir. Eso no falla. Podrán fallar las leyes en México, podrán ser muy tardados y engorrosos los procedimientos, pero la ley del karma, esa, nunca falla y siempre termina sucediéndose.
Y si meto a Dios en esto. No te quiero contar. Lo dejado a Dios, siempre es bien vengado. Uno no tiene que hacer nada.
Espero en un futuro platicarte otra historia con otro buen desenlace de “Inteligencia para el dinero”.
¡Emoción por existir!