Ya pasó otra vez.
¡Ya! ¡Ya pasó la Navidad! ¿Y ahora qué? Esa es la inteligente pregunta que debes hacerte. Ahora que todo está pasando tan rápido, más debes…
¡Ya! ¡Ya pasó la Navidad! ¿Y ahora qué? Esa es la inteligente pregunta que debes hacerte. Ahora que todo está pasando tan rápido, más debes sentir la nada transformadora “costumbre”, misma que quizá hace años la sentías más duradera y con ello no se manifestaba su superficialidad. Notarás cómo muy posiblemente sigues igual, idéntico que hace 72 horas. O bueno, quizá más gastado y con más kilos de peso, pero hablando de desarrollo humano y evolución espiritual, notarás más imponente que nunca que para cambiar, se trata de un trabajo concentrado dentro de ti y disciplinado por años. Por ello tanta frustración en estos días para más de uno. Gente que se ve bombardeada de publicidad que te hace creer que una fecha te puede cambiar radicalmente y ahora ser más bueno y amoroso, para descubrir que estas igual. Confróntate con lo que sientes acerca de ti hoy. Pero hazlo muy concentrado. Quizá descubras lo que aquí te estoy diciendo. Es como ir en un tren que va a toda velocidad y te asomaste un momento a la ventana, viste un árbol y foquitos y gente en una tradición invitándote a ser más amoroso, para que en el momento en que te agachas a amarrarte una agujeta, vuelves a ver por la ventana ¡y ya no hay nada de lo que apenas hace un momento acababas de de ver! Y ahí te preguntaras qué pasó, por qué te sientes igual cuando acababas de ver tan hermosas cosas. ¡Porque vas en el tren! Y es uno que da una vuelta circular y así, lógicamente sin destino, cada vez a mayor velocidad. Claro que “en poco tiempo” volverás a ver esa ventana otra vez con exactamente la misma escena del arbolito y foquitos y color rojo y felicitaciones y una amorosa tradición –aprovecho para de una vez desearte feliz Navidad de la 2015ª vuelta–, pero también ahora durará menos porque recuerda que el tren cada vez da vueltas a mayor velocidad.
Hasta que descubras que el cambio está dentro de ti en cuanto a tu deseo y disciplina por mejorar como persona trabajando contigo “dentro” del tren mientras vas de viaje –un viaje raro porque ya te dije que el tren no va a ningún lado, solo está dando una vuelta circular cada vez a mayor velocidad–, ahí descubrirás “el no tiempo”, sólo hasta que te sepas viajando dentro de un “raro” tren. Lo que hagas dentro es lo que te va a cambiar.
El tren es tu cuerpo. Confundes el tren con el viaje.
Disfruta reconocer que vas adentro y sorpréndete con saber que el viaje era por dentro del tren.
Podrás bajarte del tren hasta que el maquinista mande al encargado a pedirte tu boleto para indicarte que ya haz llegado –a cumplir tu misión–, a transformarte en determinada calidad de persona para que inspiraras a otros que van en su propio tren allá afuera y también te ven como algo pasajero desde sus ventanas.
La verdadera transformación está en lo que hagas contigo dentro del tren, en “el no tiempo” de lo que dura tu viaje, como de unas 80 vueltas a lo mismo nada más.
Tú decides si te emocionas por la intrascendencia de lo que ya sabes vas a ver en la siguiente ventana: un festejo de año nuevo, con sus cohetes y gorritos y copas y uvas, y mismas trilladas frases de “Te deseamos un feliz y próspero…”, quedándote sentado sin hacer nada más que solo esperar la vacía emoción del instante en que ves lo que hay del otro lado de la ventana, sintiendo al momento siguiente lo vacío de esa emoción que viste afuera y que pasó tan rápido ya siendo 2 de enero, o bien…, emocionarte por lo que haces contigo trabajando dentro del tren, levantándote de tu lugar, moviéndote tú para descubrir que el tren tiene varios pisos y que en los de arriba se ven mejor los espectáculos de afuera. Y en los de más arriba, la fiesta es permanente y se sucede dentro del tren. Solo era cuestión de que descubrieras que te puedes mover tú dentro del tren. Quizá ya a esas alturas sospechabas lo absurdo del trayecto que realizaba ese tren solo dando una vuelta circular siempre a lo mismo y cada vez a mayor velocidad. “Algo” en tu interior te dijo: ¿Y si te levantas? ¿Y si lo que buscas afuera está aquí adentro pero más arriba? Ahí descubres que te subiste a un tren especial. Por primera vez luego de varias vueltas, volteas a ver las letritas del boleto que llevabas guardado y lees: «Viajes “Invitación A Una Mejor Versión De Sí Mismo”, Informes: Cada vez más arriba. Destino: Conocer a Dios. ¡Feliz viaje!».
Si te emocionaban las “fiestas” que veías momentáneamente y rápido por las ventanas y ya solo te emocionaba volverlas a ver… ¡Espera a ver las fiestas que hay dentro del tren en los pisos de más arriba! Allá también hay ventanas. Se ven las cosas ya muy distintas, aunque el tren le esté dando vueltas a lo mismo. Empezarás a comparar y te empezará a gustar mucho más lo que ves dentro. Llegarás a un piso donde ya ni te interesa voltear a ver por las ventanas no más de lo que estas viviendo dentro en todo momento del no tiempo. (Normalmente ahí puedes alcanzar a ver de reojo que mucha gente está viendo desde afuera de las ventanas queriendo entrar a esa gran fiesta permanente. Cuando de repente en esas mismas ventanas hay una etiqueta por afuera que dice: “La entrada es por abajo”).
Ya en los niveles de muy, muy arriba, te vas de espaldas al ver que el tren nunca se movía, nunca se movió. Era una ilusión de los niveles de abajo. Allá arriba hasta te empezaras a reír porque te hará sentido cuando te preguntabas “¿Por qué siempre veía lo mismo?”. ¡Pues porque en realidad no se movía! Reirás. Es un tren de varios niveles, todo el tren en forma de cono. Te reirás de tantas veces que escuchaste “¡Feliz año “nuevo”!” ¿Nuevo?
Feliz vuelta… o feliz viaje… o simplemente…
Feliz.