No te queda de otra más que agradecer y agradecer.

La prudencia, el recato y el decoro lógicamente no me permiten confesar abiertamente la vida íntima de un afamado conferenciante, pero ¡hay…

La prudencia, el recato y el decoro lógicamente no me permiten confesar abiertamente la vida íntima de un afamado conferenciante, pero ¡hay tanta magia y bendiciones!, ¡recibe uno tanto, tantísimo! ¡La calidad de vida es tan extraordinaria! Quizá se trate de lo más común y corriente en la vida de alguien que ama lo que hace y obedeció el designio divino de misión aquí en la Tierra, pero, por lo menos en lo que respecta a mi experiencia, es vivir en la gloria, y me encanta estás consciente de la dicha que me ha tocado vivir, y creo que ese “estar plenamente consciente” no es otra cosa más que agradecer, agradecer y agradecer a cada instante.

Vengo llegando a mi hotel en la ciudad de Guadalajara y por la hora, sentí hambre y al entrar al restaurante del hotel, todo estaba vacío y, así, resultó entero para mí. Cinco meseros atendiéndome con los mejores vinos y platillos, con un trato cordial y gran profesionalismo. Mientas degustaba, a cada instante agradecía de tal sólo pensar que así llevo viviendo casi 30 años de haber decidido ser un conferenciante, misteriosa ocupación que consiste sólo en ir a hablar para la gente, lo que Dios indique. Viajes constantes, aviones, hoteles, restaurantes, ciudades, vidas tocadas… y mucho más de fondo y forma que, como te dije, por prudencia no debo revelar en una plataforma tan pública… una vida extraordinaria tan sólo por atreverse a abrir la boca y decir lo que le dictan a uno desde allá arriba. En esto creo. A cualquiera le deseo un estilo de vida así. Sé que, sin duda, deben existir mucho mejores estilos de vida que este, pero cuando estás en el que te corresponde quizá no encuentres ninguno mejor.

Agradezco ya en forma permanente. ¡Hay tanto que agradecer! La confianza, el buen trato, el acceso gratuito a tantos lujos y bienestar, el cariño, las experiencias, la degustación de los mejores cafés y vinos, la ampliación del horizonte, la amistad, la paz y seguridad de sentirse guiado, y un sinfín de etcéteras. Gracias, gracias, gracias. ¡Qué bendición tan grande ser conferenciante inspiracional!

Apenas llegué al hotel, ni subí (ni he subido) a mi habitación. Llegué directo al centro de negocios para atender con velocidad de respuesta, enviando un documento, la solicitud que dos nuevos clientes me hacían solicitando mis conferencias en camino al aeropuerto. ¿Cómo sucede esto si no tengo en mi empresa un departamento de ventas? Y así desde hace casi 30 años. Dios y el misterioso entramado con el que teje nuestras vidas. Él sabe quién necesita escuchar ciertas palabras y sabe quién obedece Su dictado de las mismas. Así, suceden estos encuentros, estas solicitudes de conferencias una y otra y otra vez. A uno no le toca más que obedecer aquello para lo que claramente uno fue encarnado en esta experiencia de ser humano y agradecer y agradecer y agradecer.

No hay esfuerzo, ni hay sufrimiento, no existe el agobio ni la más nimia preocupación, nunca…, sólo vives dicha, emoción, alegría, prosperidad y gratitud. La gente que necesita ayudarte… se aparece en el camino y te ayuda y te sirve en forma magistral. Se crean equipos divinos. Así se han formado mis equipos en todo este tiempo.

¡Obedece las señales de destino! Cree en y sigue tu misión. No existe ninguna que no te lleve a prosperar y a que tú ayudes a prosperar así mismo a los demás. Es un plan divino. ArizaTip: Si fluye, es por ahí. Si no, no. Así de fácil es la fórmula para saber a qué te debes dedicar.

Estoy terminando de comer y tomé mi iPhone obedeciendo el impulso de escribirte unas cuantas letras de lo que siento en estos momentos antes de subir, para colmo, a descansar a mi habitación. Sé que al obedecer mi impulso quizá éstas letras generen algo en ti. Cree en ti.

Lo mejor de tu vida está por venir.

Agradece, agradece y agradece. Llega un momento donde la gratitud es un estado de vida permanente, y porque ya sientes que es imposible de otra manera. Ten presente en todo momento a Dios como la única verdadera fuente de toda prosperidad. Agradece que se manifieste a través de esa actividad que te puso a realizar. Notarás con enorme asombro e indescriptible gratitud, que si es algo indicado por Él, no te cuesta ningún trabajo. El esfuerzo es un mito de la gente acá abajo en la Tierra. El tema del esfuerzo es taquillero, pero Dios no quiere que te esfuerces y menos si se trata de obedecerle. Quiere que seas inmensamente feliz. Cuando aceptes esto, te atreverás a hacer hasta eso que no te cuesta nada de esfuerzo y no te sentirás mal, más bien, no tendrás más que permanecer agradecido intensamente.

¡Emoción por existir!

– Alejandro Ariza.