La prudencia, el recato y el decoro lógicamente no me permiten confesar abiertamente la vida íntima de un afamado conferenciante, pero ¡hay…
No te queda de otra más que agradecer y agradecer.
No te queda de otra más que agradecer y…
No te queda de otra más que agradecer y agradecer.
La prudencia, el recato y el decoro lógicamente no me permiten confesar abiertamente la vida íntima de un afamado conferenciante, pero ¡hay…