En días pasados una paciente de primera vez me hizo un comentario que se me figuró bastante “original”, de las cosas que escucho pocas veces en consulta, me dijo que uno de sus más grandes deseos sería volver a sentir esa “conexión especial” con Dios. Primero que nada, si quería “volverla a sentir”, entonces ya había vivido la experiencia previa, eso era una buena noticia. En algún momento de su pasado ya la había experimentado. Ahora el reto consistía en analizar cómo se “desconectó” y hallar la manera de volver a entablar la conexión.
La conexión.
La conexión.
La conexión.
En días pasados una paciente de primera vez me hizo un comentario que se me figuró bastante “original”, de las cosas que escucho pocas veces en consulta, me dijo que uno de sus más grandes deseos sería volver a sentir esa “conexión especial” con Dios. Primero que nada, si quería “volverla a sentir”, entonces ya había vivido la experiencia previa, eso era una buena noticia. En algún momento de su pasado ya la había experimentado. Ahora el reto consistía en analizar cómo se “desconectó” y hallar la manera de volver a entablar la conexión.